Relatos sobre vitela

…Y de oficio, silletero

La emigración de vecinos de Piloña a Madrid en el siglo XIX para desarrollar ese tipo de labor

Andrés Martínez Vega

Andrés Martínez Vega

Tan importante como la emigración asturiana a ultramar, aunque menos conocida, fue el desplazamiento que desde el siglo XVIII llevaban a cabo los asturianos por el interior peninsular, a regiones limítrofes o no tan cercanas, con el fin de ganar un dinero que les permitiera el regreso, al cabo de una temporada o de unos años de estancia, a su tierra natal. Madrid fue el destino de muchos de ellos y en donde ejercieron oficios variados, desde esportilleros, serenos, arrieros, aguadores o carboneros; a otros de mayor cualificación y que requerían de un cierto nivel de confianza, como los que desempeñan el cargo de lacayos, cocheros, ayudas de cámara, cocineros o porteros; todo un catálogo de profesiones que, por otro lado, son bien conocidas; sin embargo, el empleo de silletero no aparece en tan amplio muestrario a pesar de los numerosos piloñeses que emigran a la Corte, precisamente, a ejercer como tal.

Podríamos pensar que el manejo de la silla de mano, destreza de este oficio, les facilitaba el disfrute de un ambiente selecto, dado que la silla hace referencia a un incontestable símbolo de riqueza, poder y estatus social; sin embargo, en el caso que nos ocupa el manejo de la silla tenía la utilidad de trasladar a los hospitales madrileños a enfermos, vagabundos, pobres y emigrantes que se hacinaban por las calles de la capital, fundamentalmente, en épocas de epidemias, pestes o crisis económicas.

Y es que nuestros paisanos piloñeses se trasladaban a la corte para entrar al servicio de la Real Hermandad del Refugio y Piedad de Madrid, una de las instituciones de carácter caritativo-asistencial más importante del reino, y que se funda en el siglo XVII con el propósito de prestar asistencia a personas sin recursos.

El fenómeno emigratorio que nutre a esta institución de estos oficiales silleteros, prácticamente durante todo el siglo XIX, no deja de ser significativo en cuanto que se circunscribe a un ámbito geográfico muy determinado del concejo de Piloña, cual es el de las parroquias de Borines y Anayo. Concretamente, de la aldea de Viyao (Borines) hemos registrado la presencia, a fines del siglo XVIII, de un vecino ejerciendo este oficio, y pocos años después, a principios del siglo XIX, constatamos la presencia de otro individuo del mismo apellido como trabajador de la Casa.

Es posible que fueran hermanos emigrados en años diferentes. Esta circunstancia la observamos en otros trabajadores procedentes de Borines y Anayo, por lo que suponemos que durante el siglo XIX estos vecinos surtieron en efecto de mano de obra a esta Hermandad a través de redes familiares que monopolizaban el trabajo. De hecho, sabemos del regreso de alguno y la consecuente incorporación de otro familiar o paisano del pueblo a la Hermandad; en realidad, para trabajar como porteador de silla no se requería ningún requisito especial, sólo disponer de una buena constitución física.

El fenómeno resulta más complejo al observar que las relaciones vecinales pudieron, igualmente, determinar el éxodo hacia la capital; pues en el catálogo de silleteros de la Hermandad aparecen con frecuencia otros vecinos de Breceña y San Martín de Vallés (Villaviciosa), espacios contiguos a las parroquias piloñesas, aunque pertenecientes a ámbitos administrativos y municipales diferentes.

Los mozos de silla de este pequeño espacio geográfico, compuesto por territorios de Piloña y Villaviciosa, ya son en la historia de la emigración asturiana una singularidad; no tanto por el trabajo específico que desarrollan en la Hermandad madrileña, cuanto por el desconocimiento que se tenía del ejercicio de este oficio desempeñado por asturianos, y por el restrictivo espacio geográfico de donde proceden los únicos conocidos.

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