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Paula Tamargo
Ver galería >Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
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Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
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Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
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Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
Una historia camino de los mil años. Es la que atesora la iglesia de San Esteban de los Caballeros, en Aramil, ubicada en un paraje que pareciera sacado de un cuento al igual que el propio templo, una maravilla llena de pequeños detalles que la convierten en uno de los mayores tesoros del patrimonio de Siero. Está declarada Bien de Interés Cultural (BIC) desde junio de 1960. La iglesia es un magnífico ejemplo de la arquitectura románica desarrollada en el ámbito rural asturiano a lo largo del siglo XII. En los capiteles de la portada principal destacan entre otros motivos, una gran cabeza monstruosa mordiendo una hoja; en la portada lateral llaman la atención las cabezas rostradas, llamadas también “cabezas en pico”, de influencia vikinga. En el ábside hay veinticuatro canecillos de temas religiosos, laicos o festivos, como la figura de un juglar tocando un instrumento de cuerda. Hay en estos canecillos también temática erótica (una pareja abrazada o una mujer mostrando sus genitales) y la representación de varias figuras zoomórficas y monstruosas. En lo que respecta a las cabezas rostradas, su origen no está contrastado por completo, si bien algunos autores lo relacionan con el arte vikingo.
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