Cuando el «Dalbeattie» partió de Gijón hacia aguas escocesas, los frutos de la labor desarrollada por el tándem Adaro-Olano eran evidentes. En 1907, el primer tramo del dique Norte tenía ya suficiente longitud y capacidad de abrigo para permitir operaciones como la del embarco del mineral de hierro del Regueral o, en el mismo año, las de los primeros cargamentos de hulla. Las empresas minerometalúrgicas vieron su oportunidad y la aprovecharon.

En 1903 se había constituido el Sindicato Veriña-Aboño-Musel, que permitió conectar el puerto con el Ferrocarril del Norte y con el Ferrocarril de Carreño. Fue una decisión ambiciosa que permitió la exportación del carbón de la cuenca del Caudal y la del mineral de hierro de Carreño. El Ferrocarril de Langreo tuvo en 1905 una concesión para la construcción de la vía férrea de El Musel y la explotación de dos grúas eléctricas. Esta compañía inauguró, el 12 de julio de 1907, las instalaciones mecánicas de carga y descarga (una para el tráfico carbonero y otra para la mercancía general) que hacían de la dársena gijonesa un moderno puerto comercial.

Pese a que los asturianos aún deberían esperar hasta 1930 para ver completo el dique Norte, el ferrocarril contribuyó de forma decisiva a consolidar la actividad portuaria al abrigo del Cabo Torres. La nueva dársena ofrecía vías ferroviarias con los tres anchos métricos que se utilizaban en España. El 16 de enero de 1908 se inauguró el primer cargadero en la segunda alineación de Ribera, con un transporte de mineral de hierro que el «Archanda» llevó a Rotterdam. En el origen de El Musel está la necesidad de exportar los minerales asturianos. Cien años después, Gijón importa carbón y mineral de hierro para las centrales térmicas y la siderurgia del Principado.