Lucía HELGUERA

Cambiar las botas de monte por los «náuticos» y el albergue por un barco. Ésa fue la combinación escogida por un grupo de franceses hace dieciséis años, cuando decidieron hacer la peregrinación a Santiago de Compostela en barco.

La idea surgió después de que el grupo acudiera a la cuarta Jornada mundial de la juventud celebrada en Santiago de Compostela, cuando el Papa Juan Pablo II pasó por Asturias en 1989, por Covadonga y La Morgal. En aquella jornada en el Monte do Gozo compostelano, el Papa Juan Pablo II aprovechó la ocasión para animar a los jóvenes a realizar el Camino de Santiago.

Desde entonces, el grupo de jóvenes franceses organiza año tras año la peregrinación en barco, y así fue cómo en 1991 se creó la asociación «Les Pèlerins de la Mer» (Los Peregrinos del Mar). «Ahora cada verano navegamos siguiendo un itinerario diferente, lo que nos permite visitar distintos lugares típicos de peregrinos que estén cercanos a la costa», comenta el padre Stanislas, uno de los tres religiosos que llegaron al puerto deportivo gijonés a bordo de tres embarcaciones con un grupo de unos 30 jóvenes franceses.

Este verano, el recorrido que «Les Pèlerins de la Mer» han escogido comenzó en la ciudad francesa de La Rochelle, pasa por Gijón y sigue hasta Ribadeo, donde cambiarán su medio de transporte por el autobús para completar el tramo final del camino francés andando hasta Santiago de Compostela.

Emplearán una semana en hacer el camino de ida y otra en regresar. En total, quince días de peregrinación en barco.

El padre Stanislas forma parte de los Hermanos de San Juan, una joven orden francesa creada hace treinta y un años por el dominico Marie Dominique Philippe, que, junto el padre Jean y el padre Norbert Marie, acompaña al grupo de peregrinos. Más de un gijonés se sorprendió ayer al cruzarse con uno de estos padres de la comunidad de San Juan por la calle, el puerto o por el Campo Valdés con sus hábitos. «Para navegar me cambio de ropa, pues hacerlo con el hábito es peligroso», cuenta Stanislas tras salir de la eucaristía dominical en San Pedro.

La original peregrinación, que «ya ha pasado por Gijón tres o cuatro veces», tuvo este fin de semana un añadido encanto: la fiesta de Begoña, la Asunción y la noche de los fuegos. El grupo está formado por jóvenes de entre 20 y 32 años. Se reparten en grupos de diez en tres barcos: el «Pogoria IV», «Nilos» y «Bombadil».

Cada día, los jóvenes celebran la eucaristía, reciben una pequeña clase, cocinan, realizan otras labores del hogar y navegan. Aunque el ritmo que llevan los peregrinos sea bastante agitado, todavía les queda tiempo para visitar las ciudades por donde pasan.

La parisiense Angelique Lesaffre, de 30 años, quien repite esta experiencia por segunda vez, la califica como «una mezcla entre una peregrinación y vacaciones, donde se conoce a mucha gente nueva». Los peregrinos que van a bordo de cada barco no se conocen antes de embarcar.

Además del turismo y el tiempo dedicado a la oración, la convivencia es otro de los aspectos más importantes de esta peregrinación por mar.

Los jóvenes franceses conviven en un espacio reducido donde se comparten pequeños dormitorios de dos en dos; la cocina y la sala de estar son el punto principal de encuentro. Así, convivir en el barco ayuda a los peregrinos a «aprender a vivir en paz. Aunque esto no es siempre tan tranquilo», explica el padre Stanislas.