Querido Dioni: No tengo ni repajolera idea de cómo iniciar esta carta y, a estas alturas del inicio, tampoco sé de qué manera voy a cerrarla. Sería preferible que hablaras con Antonio Otero, que tiene fondo de alma flamenca de Flandes, con ese carácter inquietante que sólo inquieta a quienes le desconocen. Pregúntale, que sabes que yo tengo menos paciencia y me basto yo sólo para inquietarme.

Ya corre el martes 13 de febrero de 2007 (qué vulgaridad) y tú, siempre atento y veloz, te has saltado esta fecha como saltaron la cerca aquellos que se llevaron los muflones del Parque. Sí, del Parque, que no es otro que el parque de Isabel la Católica. Así lo decías y así lo decimos, aunque tú seguiste de forma estrecha la evolución de tu pueblo para saber que, gracias a gracias, hubo otros parques en Gijón. También en Ceares, cerca de donde naciste: Los Pericones. Porque los parques tienen que estar también en los barrios, donde los neños y les neñes, como tu nieta Rocío, puedan disfrutarlos sin que se altere demasiado la artritis de los güelos y les güeles. Hoy, martes y 13, te informo de que ayer hubo una misa de funeral en la iglesia de San Lorenzo. Ya sabes que soy también muy curiosu, y estuve allí al observar semejante concentración de conocidos. Vi a Lola, a David, a Marina, a los tíos Juan y Jaime, inseparables de Aida y de Isabel. También los primos Loli y Jaimín. Me dijeron que Mabel estaba en el Rectorado, aunque yo creo que debía andar dándo-y a la parpayuela contigo, porque a ti tampoco te vi, lo que ya me resultó muy raro, porque estaban todos los amigos de LA NUEVA ESPAÑA, trayendo a la memoria la delegación de Ruiz Gómez.

En la misa había dos curas amigos, sobre todo tuyos: José Luis Martínez y José María Bardales. Algo yos pasaba. José Luis habló de un amigu con el que estuvo hablando algo relacionado con la mar y que necesitaba asesoramiento de un práctico para salir del puerto. No lo entendí, porque ya sabes que soy de Bimenes. Esi cura fue buen músico, pero me parece que ayer tenía la partitura torcida o en una clave desajustada. Y Bardales, paisano de Ribadesella y cura de Fátima y ciegu del Sporting, presentó su secular y entrañable nobleza, pero no pudo prestar su voz. Cantó un coro como los ángeles y Juan Ramón Pérez Las Clotas, también sin voz en la garganta, aunque bien sujeta en el corazón, recordó «Esi Gijón que quiero y que tanto adoro».

Y al final llegamos a la calle, escoltados por un grupo de inspectores de Policía, que no sé bien qué hacían allí, como no fuera preguntar por ti. Agentes municipales regulaban muy bien el tráfico, y no porque allí estuviera la Alcaldesa, o Carmen Veiga, o Raja, que, al fin y al cabo, son vecinos de San Lorenzo. Al final nos despedimos todos. Estaban todos. Yo no dije nada porque, por una vez, yo sabía la respuesta: Te entretuviste con tu tíu Rovi, en una charla de aquelles, larga, larga...

Daniel Serrano, jefe de prensa de Hunosa y ex redactor de LA NUEVA ESPAÑA en Gijón.