J. M. CEINOS

A Silverio Sánchez Corredera se debe la obra «Jovellanos y el jovellanismo, una perspectiva filosófica», editado en 2004, que es una biografía del ilustrado cuyo hilo conductor, además del histórico, es la interpretación de la diferencia entre los fenómenos éticos, políticos y morales. En este sentido, Sánchez Corredera, que es colaborador de LA NUEVA ESPAÑA, destaca, en la siguiente entrevista, que Gaspar Melchor de Jovellanos conjuga los tres elementos «frente a los que pensaban sólo en clave política».

-¿Los últimos años de Jovellanos, entre su puesta en libertad, en 1808, y su muerte, en 1811, tal vez son los más importantes de su biografía, ya que es cuando, una vez que estalla la guerra, debe tomar partido?

-Estoy de acuerdo; si estudiamos a Jovellanos, en realidad lo que vemos es una continuidad y una coherencia de ideas, es un personaje con un pensamiento que está muy ajustado a los acontecimientos, un pensamiento práctico aplicado. En España, en esos años, se produce el gran cambio: primero, hay que tomar partido frente a los afrancesados y la invasión napoleónica, y segundo, vendrá ese proceso proyectado en las Cortes de Cádiz, en las que Jovellanos tuvo el papel primordial. En sus escritos, entre 1808 y 1811, y en su vida personal, nos aparece como un protoliberal.

-¿A qué se refiere con el adjetivo «protoliberal»?

-Me refiero a que es justo en esos años, incluso sin que él fuera plenamente consciente, ya que morirá justo antes, cuando produce el fenómeno del liberalismo. Si el liberalismo español lo podemos datar en 1812 (con la Constitución de Cádiz), ese liberalismo se gesta en los años anteriores, y quienes lo dirigen y enfocan son fundamentalmente jóvenes, pero con un referente en la generación anterior, que es Jovellanos. En ese sentido, se puede decir que Jovellanos no fue liberal, puesto que no le tocó biográficamente, y no podemos saber, por tanto, lo que hubiera sido.

-¿De quién estaba más cerca ideológicamente?

-De los liberales, tengo esta convicción; por eso digo que fue un protoliberal, en el sentido de que es el primer liberal, sin llegar a serlo; pero es el germen.

-¿Se puede considerar que Jovellanos, por su biografía, está a caballo entre el Antiguo Régimen y lo que va a venir, pero por su muerte no llega a lo nuevo?

-Al plantearlo así se está concediendo que la respuesta encaja sin más ni más. Vamos a ver: por un lado están los serviles, o sea, los mantenedores del Antiguo Régimen; por otro, los liberales, exaltados o radicales, y después están las posturas como las de Jovellanos, que no coinciden exactamente con los liberales. Pero al final es Jovellanos quien tendrá la razón filosófica, la razón de Estado y de largo alcance.

-¿Razón de Estado?

-Vamos a ver: los liberales introducen unas novedades que a Jovellanos no le gustan, pero, en el fondo, son de corto plazo y vienen motivadas por contextos políticos; me refiero, por ejemplo, a la discusión entre tener un Parlamento con una o con dos cámaras. A los revolucionarios de entonces les parecía más radical, más cortante con el Antiguo Régimen, el unicameralismo, mientras que Jovellanos apuesta por el bicameralismo.

-¿Piensa más Jovellanos en clave de ética y moral que en clave política?

-Piensa en una clave conjugada de los tres elementos. Frente a los que pensaban sólo en clave política de contexto muy preciso, exigido por las circunstancias de que si no lo hacían así -crear dos cámaras- era mantener, en apariencia, el poder de la aristocracia en las jerarquías del Ejército y de la Iglesia. Pero cuando se repasa la lista de quienes ocuparon las sedes parlamentarias se ve que sin el Senado, en la Cámara normal, esas personas estuvieron, ya que eran muy pocos los representantes de las clases medias. De manera que el esquema de fuerzas de poder no iba a cambiar sustancialmente y de lo que se trataba de ver era la solución que daba un mayor equilibrio institucional. No se le da entonces la razón a Jovellanos, aunque, finalmente, la Historia se la da. La de Jovellanos era una estructura más estable en el fondo, y uno de los problemas que tenemos ahora en España, doscientos años después, es que el Senado no funciona como tal y tiene sus funciones perdidas.

-¿Por qué no abraza el bando de los afrancesados, como una parte de sus amigos?

-Llegué a verlo con claridad y tengo la convicción absoluta de que la reacción de apoyo al rey José I y a Napoleón de los llamados afrancesados es debido a que se vieron cogidos. Meléndez Valdés, Moratín y su generación, cuando se hacen afrancesados, lo hacen porque o es eso o quedar prisioneros o ser fusilados. Tienen una reacción realista y en lugar de quedarse a medias tintas se deciden, puesto que ideológica y culturalmente están preparados para esas ideas. Se produce una especie de autoengaño y se dicen: esto es lo que nosotros buscamos, qué importa que no seamos nosotros los que libremente lo hagamos como pueblo libre y nos lo traiga el francés. En definitiva, asumen un atajo.

-¿Y Jovellanos?

-Jovellanos no se suma; se ve muy bien cuando es liberado y está en Guadalajara reponiéndose de sus dolencias y recibe la encomienda de ser ministro de José I, que es cuando se le trata de captar a las filas de los afrancesados. Lo que hace es una estrategia de decir que no, pero sin comprometerse y prolongando la respuesta. Tiene bien claro de que el partido que tiene que tomar es a favor de un pueblo libre, al margen de que la mayoría de las ideas que traían de Francia podía ser muy asumibles y eran las que el mismo pueblo español debería perseguir. Estoy seguro de que Jovellanos está en esa línea y llega a romper su amistad con Cabarrús por la fuerza de las ideas, tenía claro que aquello les separaba rotundamente.

-¿Considera a Jovellanos el iniciador de la llamada, por algunos autores, la tercera España?

-No tengo reparo en decir que Jovellanos puede ser uno de los primeros representantes de esa tercera España de los tiempos contemporáneos. Son personas centradas, equilibradas, con más poso y mirada histórica, que no caen en el modelo de izquierdas y derechas.

-¿Se puede afirmar que el «fracaso» de Jovellanos en la puesta en práctica de sus ideas es la consecuencia directa de que la derecha española fuera durante más de un siglo ultramontana?

-Hay una razón multicausal; sin duda la derecha no se aproximó desde el principio a las tesis de Jovellanos, que eran templadas desde el punto de vista de que él buscaba el mejor proyecto para un verdadero cambio. Pero la causa más fuerte es que el catolicismo, que hay que decir que hizo mucho bien, al haber tenido tanto poder y no saberlo perder a su tiempo, hizo que hayamos tenido que vivir una vida política con un exceso de poder religioso que ya estaba fuera de lugar, y la derecha siempre ha tenido que estar atendiendo a esa exigencia ideológica.