Se me murió en estos días de Semana Santa Justo Ruiz, a quien tanto quería. Su maltrecho corazón no quiso seguir latiendo y el mismo día en que Cristo expiró, también él exhaló el último suspiro.

Para acercarme a él fue necesario volver al tálamo de la infancia porque en este lugar sagrado habita la verdad del hombre. Y en este espacio vital -donde anida el misterio de todo cuanto somos- reside ese tiempo dichoso que llevamos con nosotros a lo largo de la vida.

Apenas un acto reflejo y en el panal de la memoria apareció de nuevo la sonrisa de Justo y su rostro de buena gente. Era justo en sus decisiones y justo fue Justo en la vida y hombre prudente. Amigo entrañable desde siempre: compañeros en la escuela; marineros en tierra trajeados de blanco por la primera comunión en San Miguel; juntos en Entrago, entrada y corazón de Teverga, donde se medía el pulso del obrero y el motor de la economía con seiscientos trabajadores por aquel entonces (mineros de Santianes y de Las Garbas, basculador, lavaderos, talleres, oficiales, aprendices, oficinistas, albañiles, maquinistas, fogoneros...). Recuerdo a Justo trabajar, al lado de Chemari, el de La Campa, en los trenes de arriba. Unidos en los juegos, reclutas del Ferral del Bernesga y futbolistas en La Pumariega. Pero ay amigo -en estas lides él era el mejor. O uno de los mejores. Con la camiseta rojiblanca del Deportivo Hullasa candil, pica y hacha en el escudo que llevaba encima de un corazón fuerte y jovial- fue un maestro en el regate, un extremo veloz, un delantero que clavaba el balón en la escuadra y un jugador de malas pulgas cuando se iba al suelo propiciada su caída por un defensa que no podía frenar el quiebro y su picardía. Buen equipo aquél: Pepe Sama, Foro, Güili, Andrade, Calleja... llegados de la casta de los grandes: Pepe Virginia, Monchu, Ramón Senén, Paco Siso, Andrés Ochoa... con aquellos directivos tan emprendedores y dinámicos: Vergara, Chiqui, Calo Camblor...; justo es el homenaje, mi afecto y el recuerdo para todos. Todos.

Se me murió Justo. Desde estas tierras, donde crece el olivo y florece el almendro, te requiero porque aún tendríamos que hablar de muchas cosas. Compañero del alma. Un ramo de margaritas de los prados de El Vallín queda sobre tu tumba. Descansa en paz.