L. NOSTI

Aficionado desde niño al arte de la cuarta pared y buen conocedor de la realidad teatral de las tres últimas décadas, Roberto Corte sólo tiene palabras de elogio para Patricia Rodríguez, la actriz que esta noche protagonizará en las tablas del teatro Jovellanos «Solo para Paquita», una producción de «Barataria Teatro» de alto contenido social, en el que el interior de la mujer cobra el mayor protagonismo.

-¿Quién es Paquita?

-Es una mujer esquizofrénica que está sometida a tratamiento a través de una terapia en una clínica para enfermos mentales. Su problema es cometer homicidio. Son homicidios sentimentales, porque siempre se siente utilizada en su relación. Es un problema muy actual, pero dándole la vuelta en la medida en que es la mujer la que comete los crímenes porque considera que los hombres siempre buscan en ella lo que ella no desea. Quizá sea lo que más diferencia a los hombres de las mujeres en una relación.

-¿Se sentirán más identificadas, entonces, las mujeres que los hombres en el patio de butacas?

-Sí, pero creo que el autor es lo suficientemente inteligente como para no ponérselo fácil, porque el juego es tan metateatral que el espectador forma parte de la terapia. Son los que la rodean y la escuchan. Es un teatro de exposición frontal, directísimo, que trata de implicar al espectador.

-Dejando de lado el homicidio, ¿hay muchas Paquitas?

-Sí, porque Paquita somos todos. Es una persona corriente que quiere tener una relación afectiva normal y que se frustra. En ese sentido, todos vivimos a veces a lo largo de la vida momentos similares.

-Parece un teatro interior, de sentimientos. ¿No tiene un hilo argumental?

-Ella va narrando todo lo que le pasó, pero sí que se va flasheando esa historia con momentos del presente y desmarques o puntazos que tiene ella como intérprete en esa terapia. Son tres monólogos encadenados en una sola pieza. Los dos primeros tratan sobre el personaje y el tercero es la parte metateatral.

-Siendo una única intérprete, ¿qué papel juega el movimiento en la obra?

-No es danza, se mueve muy poco. Es un teatro más conversacional, más plástico. Todo aparece apuntado de una manera minimalista, a través del cambio de iluminación de un cuadro a otro. Pero es un teatro de intérpretes.

-Como director, ¿es más difícil dirigir a una sola intérprete que a un grupo de actores?

-Siempre es más fácil a una intérprete por la sencilla razón de que haces una labor de síntesis. Todo está en esa intérprete, mientras que si la obra tiene muchos personajes tienes que dirigir también la composición y otros elementos de escena. El monólogo tiene como positivo y a veces como terrible que toda la responsabilidad recae en el intérprete, pero también todo el valor.

-Pero los monólogos, por su propia condición, corren el riesgo de resultar tediosos. ¿Cómo se solventa eso?

-De la única manera posible: con una excelente representación. Si no, el monólogo te cae, porque no tienes ninguna otra apoyadura que sí te ofrecen los otros géneros. Yo creo que Patricia Rodríguez lo consigue. Es una actriz con muchas tablas y la hora de duración de la pieza se sostiene.

-Teatro conversacional, de intérpretes, más profundo. ¿Diría que es un espectáculo complejo?

-Podría tener muchas lecturas, pero sobre la escena es todo muy sencillo. Yo tampoco diferencio entre el teatro de pensamiento y el teatro de diversión, porque creo que esos posicionamientos maniqueos no responden a lo que exige el espectáculo como arte. José Carlos Plaza, uno de los directores más prestigiosos del país, dijo el otro día que quizás el teatro está encontrando su sitio porque el otro espacio que está ocupando, ese espacio más frívolo, está ahora en la televisión y en ciertos usos de internet, como si el teatro quedase de reserva para tratar la vida de una manera más específicamente teatral a través de los sentimientos, de los diálogos y del pensamiento.