El pasado viernes fallecía, a los 101 años, Francisco Meana Álvarez, decano de los lagareros asturianos. Hace unos meses tuve ocasión de pasar unas horas charlando con él con motivo de una entrevista para nuestra revista «Sícera», en el Llagar de Bernueces, que ahora dirige su nieto, Miguel Ángel. A pesar de su avanzada edad, Francisco me sorprendió por su joven e inquieta mirada. El brillo de sus ojos y sus ágiles repasos a todo cuanto acontecía a su alrededor revelaban a un veterano ávido de novedades y emociones. Ese continuo aprehender estímulos, atrapando miradas y vivencias como queriéndose aferrar a este mundo, siempre finalizaba con una sonrisa cómplice o con un guiño picardioso. Casi al final del encuentro, Francisco confesó: «No puedo hacer nada, pero gústame ver, mirar».

Tres personas marcaron claramente el destino sidrero de Francisco: su padre, que ya tenía un pequeño llagar y una buena pomarada; su madre, que lo convenció para que no volviese a embarcar para Argentina, y su suegro, José Menéndez de Sidra, «El Chato», a quien sucedió al frente del llagar. Lógicamente, esto último no hubiese sido posible sin su feliz matrimonio con Estrella.

Nos ha dejado un longevo lagarero gijonés, miembro de una estirpe de «siceratores». Mucho tenemos que aprender de vidas como la de Francisco. Emigró, volvió, luchó por su empresa, por su familia y, tras más de un siglo a sus espaldas, aún miraba al infinito, aún buscaba horizontes. Si Avalon, el paraíso o la soñada isla de las manzanas existen, Francisco ya estará allí mayándolas y oteando primicias sidreras.

-----------

José María Osoro Fernández es presidente de la Asociación de Lagareros de Asturias (ALA)