Después de una larga serie de varones, le tocó el turno a una mujer, para hablarnos, desde la tribuna del Ateneo Jovellanos, de la Guerra de la Independencia; obviamente, nuestra primera entidad cultural no adolece de tinte rosa. Se va completando el ciclo, o curso intensivo, sobre un hecho tan trascendente y que a su vez ofrece tan múltiples enfoques, como el de la contienda que logró desalojar a los franceses del territorio español. La conferencia de ayer, a cargo de Alicia Laspra, tuvo como título, «Asturias y la política antinapoleónica en el Reino Unido».

Alicia Laspra fue presentada por el periodista de LA NUEVA ESPAÑA, Eduardo García, del que previamente dijo el presidente, José Luis Martínez, que era un periodista de raza, hijo de otro insigne informador, Eduardo García Marqués, un maestro de la talla de Juan Ramón Pérez las Clotas o Mauro Muñiz. Aunque nacido en Oviedo, Eduardo García vive en Gijón, «chico listo», comentó Martínez. Y claro que lo es, al margen de donde haya fijado su residencia. Se sorprendió, Eduardo García, de la numerosa afluencia y del ambiente cálido que suele reinar en el Ateneo. Tras hacer una pintoresca exposición de las dificultades que tienen los historiadores para ponerse de acuerdo -fíjense si sería pintoresca que trasladó a la audiencia a la cueva de Tito Bustillo- dijo que el libro que ha publicado Alicia Laspra sobre la guerra de la Independencia es un ejemplo de rigor y amenidad. Catedrática de Filología Inglesa por la Universidad de Oviedo, es una experta en el aspecto internacional de dicha contienda, al intervenir en ella Francia, Inglaterra y España.

No es la primera vez que escuchamos a Alicia Laspra, así que podemos calificarla, de acuerdo con su vasta erudición, como una sabia al estilo del siglo XXI, es decir, moderna, natural y divertida. Antes de centrarse en su tema, manifestó que Raymond Carr, enemigo acérrimo de las entrevistas, al visitar Asturias para recoger su premio «Príncipe de Asturias», mantuvo un encuentro con Eduardo García, del que salió corriendo; corriendo tras él para continuar una charla que habría de definir como inolvidable. Guerra de la Independencia no es el único término que se utiliza para referirse a esta conflagración; por ejemplo, en Cataluña la llaman guerra del francés, y en Inglaterra, guerra peninsular. Es importante ver la proyección internacional de toda su historia, ya que aparte de que España se llenó de soldados de toda Europa, incluso algunos norteamericanos, Francia defendía un modelo de Estado que, lejos de los valores de la Revolución Francesa, recuperaba el imperialismo; el Reino Unido era más conservador sobre la base de una monarquía histórica y un sistema de partidos, y España por su parte tenía muchos proyectos pendientes, entre ellos el fin de la Inquisición. En este marco, Asturias adquiere enorme protagonismo, al enviar una auténtica legación diplomática, encabezada por José María Queipo de Llano, que a la muerte de su padre sería el VII Conde de Toreno, para solicitar del Rey, Jorge III, ayuda para expulsar a Napoleón de España. El Gobierno inglés, cuyo ministro de asuntos Exteriores era Lord Canning, hombre muy inteligente, vio muy clara la causa para enfrentar a su gran enemigo, Napoleón. Asturias, de este modo, resultó crucial en la política del Reino Unido; una gran flota, con 10.000 hombres estaba preparada para cooperar en la independencia de Argentina, e inmediatamente recibió la orden de poner rumbo a las costas españolas. Wellington iba a bordo como oficial, pero fue dos años más tarde, ya con el rango de almirante, cuando escribió, en lucha contra los franceses, una de las páginas más gloriosas de su historia.