Hay quien dice que lo importante en la vida es hacer de los problemas oportunidades. Si eso es verdad, Eleuterio Bayón, sindicalista de cuna mierense que acabó ejerciendo de concejal de las parroquias gijonesas, es el ejemplo perfecto de ese estilo de vida. Porque fue Eleuterio Bayón -Tello en sus círculos más íntimos- quien aprovechó el destierro al «pantano» de San Andrés, que se le impuso al pasar de Fábrica de Mieres a la Uninsa de Gijón con el fin de coartar su labor sindical, para hacerse con una multicopista, montar reuniones y convertirse en un dolor de cabeza mayor todavía para quienes no toleraban su compromiso con la clase trabajadora. Y fue Eleuterio Bayón quien hizo suyas todas las deficiencias de las populares viviendas de la Algodonera para movilizar a los vecinos y conseguir que se les hicieran arreglos gratuitos. El mismo Bayón que, al ser nombrado concejal de la zona rural gijonesa, un ámbito geográfico totalmente desconocido para un nacido de Puente La Luisa que había entrado en Gijón por la puerta de La Calzada, decidió recorrer todas las parroquias del concejo caminando porque, en su opinión, era así como se conoce la tierra y, sobre todo, a los paisanos.

Bayón recogía este viernes la insignia de plata de la UGT asturiana en reconocimiento a su militancia y dedicación. Por ahora, el último honor que se ha entregado a este octogenario, nacido el 15 de febrero de 1927, que sigue derrochando actividad como militante sindicalista de la UGT gijonesa, presidente de la Plataforma Astur-Cántabra de Ayuntamientos Solidarios con el Pueblo Saharaui y vecino de Viesques -barrio al que se ha traslado con su inseparable Rosita para estar más cerca de una familia que integran dos hijos y tres nietos- que gusta de ir en bicicleta, dar grandes paseos y avergonzar a comensales más jóvenes cuando se enfrenta a platos de fabada, lentejas o callos en las comidas de amistad que se repiten semana tras semana.

Quienes le conocen dicen que Eleuterio Bayón Gutiérrez es un hombre de compromisos. El primero: con el sindicalismo. Bayón inició su camino laboral con sólo 14 años al ingresar en la Fábrica de Mieres como pinche de segunda. Ya en 1957 entraba a formar parte de la sociedad Amigos de Mieres y en 1962 fue uno de los participantes en la fundación de la Unión Sindical Obrera (USO). Organización que, junto a otros muchos cuadrados y militantes, abandonó camino de la UGT en un largo y doloroso proceso que, rememoran sus allegados, conforma una de las etapas más tristes de la vida pública y personal de Bayón. Ese mismo año, 1962, fue elegido jurado de empresa de la Fábrica de Mieres. Su biografía laboral explica, además, que una década más tarde es traslado a la factoría de Uninsa en Gijón al tiempo que procesado por el tribunal de orden público. Bayón se jubiló por incapacidad en 1983.

Ese mismo año comienza su vida política al incorporarse a la lista del PSOE encabezada por José Manuel Palacio al Ayuntamiento gijonés. Bayón fue concejal del gobierno gijonés durante 16 años. Primero con Palacio y luego con Vicente Álvarez Areces. Casualidades de la vida, al incorporarse al Pleno del Ayuntamiento de Gijón se encontró frente a frente con su ex jefe en la fábrica y en aquel momento concejal por Alianza Popular Juan Campos Ansó.

Tello Bayón hizo de casi todo en la plaza Mayor menos estar en su despacho. Sus colaboradores del momento aún tienen presente que por allí sólo pasaba a primera hora de la mañana para firmar los expedientes administrativos y a última hora del día para recoger los recados. Su premisa era que había que estar en la calle. Junto a esos vecinos que le iban a ver una y otra vez porque «esto el único que lo puede solucionar es Bayón. Al frente del área de Servicios Sociales se involucró en la erradicación del chabolismo para hacer desaparecer de la geografía gijonesa las infraviviendas de La Kábila, La Santina, Villa Cajón, Las Maravillas y Los Campones y dio su apoyo personal y político a Proyecto Hombre, el albergue Covadonga o la Asociación Gijonesa de Caridad. También se dice que no fueron una ni dos las veces que acabó echando mano a su bolsillo para satisfacer alguna urgencia de primera necesidad de quien recurría a él.

No fueron ajenas a sus responsabilidades las áreas de Parques y Jardines, Policía Local y Protección Civil y Cooperación Internacional, pero los recuerdos de los últimos años se vinculan a su trabajo en la zona rural, donde aún hoy, una década después, se le sigue recordando con cariño. Su gran adiós municipal tuvo lugar el 21 de mayo de 1999, cuando los vecinos le organizaron un multitudinario homenaje. Era el hombre que se había inventado el premio al «Pueblo más guapu de Xixón», organizado los trabajos de arreglos de caminos, recuperado fuentes, hórreos y lavaderos e impulsado la red de alumbrado públicos de la zona rural. Incluso se sabía de memoria el número de puntos de luz que había en las parroquia; más que en toda la ciudad de Nueva York, presumía.

De sus tiempos en la Cooperación Internacional queda su trabajo en la Plataforma Astur-Cántabra de Ayuntamientos Solidarios con el Pueblo Saharaui, el agradecimiento de muchos cubanos con los que sigue manteniendo contacto telefónico y algunas de las anécdotas más surrealistas de su vida como cuando, pese a tener hotel reservado en Varadero, acabó durmiendo encima de la mesa de una sala de una vivienda familiar que compartió con unas ranas que no paraban de entrar y salir, o cuando en el Sahara dijo que sí a la oferta de comer carne de camello y vio cómo mataban allí mismo al animal para dejarle una ración en su plato.

Tello, dicen sus íntimos, es mimoso y grandón al estilo de Mieres. Bayón, dicen sus compañeros, es sinónimo de prestigio en el sindicalismo y de compromiso en la política asturiana. Todo un maestro de las oportunidades.