Se declara un apasionado de su trabajo, que, si bien no siempre es fácil, le reporta una plenitud que no tiene precio. Rafa Piñera trabaja en la Fundación Hogar de San José y es el coordinador de un piso de transición a la vida independiente en Pumarín. Titulado en Educación Social, casi toda su carrera profesional está vinculada a la infancia, ya en Asturias o en Bolivia, donde pasó una temporada de voluntario con comunidades indígenas guaraníes y con niños recluidos en el centro penitenciario de adultos de Santa Cruz de la Sierra. Hoy desempeña su labor educativa con menores extranjeros, mayoritariamente de origen marroquí.

-Quería estudiar Psicología. ¿A qué se debe el giro?

-Empecé a ser voluntario cuando tenía 16 años y desde aquellos primeros contactos sentí que quería dedicarme a esto. Ni siquiera me planteaba que podría existir una profesión. Entonces una prima me habló de una carrera nueva, de aquélla, bastante desconocida, que era Educación Social, y ya durante los estudios descubrí que esto me llenaba.

-¿Hay que ser de una pasta especial para hacer bien su trabajo sin que le afecte lo que ve?

-Aunque haya una carrera, es algo que no aprendes con unos estudios. Sólo con la práctica se puede superar. Te vas endureciendo, pero es imposible que deje de afectarte. Este trabajo no tiene horarios. Si tienes que hablar con un chaval no vas a decir: «¡Eh, que es mi hora!». Nunca desconectas del todo, porque es un trabajo muy afectivo, en el que llegamos a intimar, sanamente, mucho con las personas con las que trabajas.

-¿Cómo ve la inmigración en España alguien que desarrolla a diario esos lazos con menores de otros países?

-Siempre hay cosas que como educadores no deberíamos plantearnos. ¿Abrir o cerrar fronteras? Yo creo que todos somos ciudadanos del mundo y todos deberíamos tener derecho a vivir donde queramos, pero esto es el sueño utópico. La realidad es que tiene que haber un orden y una organización. Obviamente, nosotros no vemos la situación como otra gente que no conoce a los chavales, pero esa cercanía que tenemos con ellos tampoco nos debe limitar la visión general de que la ley de extranjería se debe cumplir, y se debe cumplir a rajatabla.

-¿Y a ellos? ¿Les afectan todos esos debates?

-Dentro de los menores extranjeros no acompañados, tenemos chavales de diferentes procedencias y la percepción es distinta. ¿Cómo lo viven los chavales? Los discursos que tienen unos y otros son muy distintos. Los marroquíes acceden por Algeciras, suelen venir debajo de un camión, y cuando llegan a Asturias ya han hecho un recorrido muy grande. Llegan con mucho fracaso, muy quemados y con un discurso muy duro y muy exigente. Quieren las cosas y las quieren ya. Nuestro trabajo es explicarles que para conseguirlo tienen que cumplir con unas determinadas obligaciones. Nos ven, en cierto sentido, como los enemigos que les exigen, pero siempre les decimos que lo duro llega a los 18, cuando se tienen que enfrentar a la vida en la calle.

-¿Con ese tipo de experiencias vividas a una edad tan corta es posible conservar la infancia?

-Son muy maduros. Nadie abandona su país por gusto y, para tomar la decisión de abandonar su familia, su ciudad y su cultura tienen que tener madurez. En cambio, cuando están aquí, son muy infantiles, y no tienen unos objetivos claros o realistas. Incluso muchos de ellos empiezan a vivir su infancia aquí porque en Marruecos no tuvieron oportunidad de vivirla.

-Por su manera de hablar se diría que tiene 70 «hijos»

-Sí. Muchas veces la sensación es que eres su figura de referencia. En ocasiones los más pequeños te llaman «papá» y tienes que explicarles que tú no eres su padre.

-¿Gijón es una buena tierra de acogida para ellos?

-Creo que sí. De hecho, a los chavales les encanta Gijón, sea por el ocio, por la cercanía de la gente. Se sienten arropados.

-Su visión de Gijón y de Asturias en este campo es positiva...

-Tenemos mucho que aprender de otras comunidades autónomas.

-¿Su futuro personal pasa por Asturias?

-La verdad es que no me planteo si mi futuro está o no está en Gijón. Del mismo modo que estuve en Bolivia, no descarto que mi futuro pase por otros sitios. De momento, no me planteo nada, pero tampoco me importaría tener otra experiencia en otro país.

-¿La juventud actual encuentra tiempo o ganas para ser voluntario?

-Ni más ni menos que en otros tiempos, lo que pasa es que parece que ahora sólo se ve lo negativo. Conozco mucha gente implicada y que se plantea que la sociedad en la que vivimos puede ser diferente.

-¿Hace falta tener fe para hacer de esto su vida?

-No necesariamente. Es más, tenemos compañeros que no son creyentes, pero sí pienso que todo creyente debería tener una actitud solidaria.

-¿Precisan más apoyos?

-Sí, necesitamos más apoyos, y apoyos reales. Sí hay que reconocer que hay mucha gente que nos apoya, encontrando pisos para los chavales que están empezando a independizarse, y cada vez nos encontramos con más empresarios que dan oportunidades a chavales que están con nosotros, pero no son suficientes.

-¿Cuál son sus planes de futuro?

-Ya sé que suena a lo que se dice siempre, pero la Fundación Hogar de San José me está aportando muchísimo. Ha crecido, tiene nuevos recursos y está en un momento muy interesante. No me planteo nada más. Me siento pleno con mi trabajo y con la labor que desempeñamos. Sí creo que en la vida hay que tener objetivos y expectativas, pero en este momento concreto prefiero pensar en el presente y que en el futuro pase lo que pase.

-Pero soñar, soñará...

-Sí, claro, muchísimo. Sueño con que los menores con los que trabajamos cobren más importancia. Creo que la sociedad debería pensar más en estos pequeñuelos, que van a ser el futuro.

-¿Hay sueño para usted?

-Poder seguir dedicándome a esto, con lo que implica, y con un mayor reconocimiento de la profesión.

Rafa Piñera Martínez

- Nace en Gijón, el 17 de octubre de 1977.

- Comenzó muy joven como voluntario y decidió cambiar la Psicología por la entonces recientemente creada carrera de Educación Social .

- Actualmente, pertenece a la junta directiva de la Cocina Económica y es coordinador de un piso de transición a la vida independiente, dentro del programa de la Fundación Hogar de San José.

- Disfruta haciendo kayak con sus amigos por la bahía de San Lorenzo, estando con su familia y con su gran pasión: su trabajo.

- Se define como un chico despistado, soñador, optimista, «profundamente tímido», tozudo y sensible.

«En el Principado tenemos mucho que aprender de otras comunidades autónomas»