Pese a lo mucho que se habla de crisis religiosa, de descristianización de las costumbres y demás augurios de tinieblas, el pueblo llano sigue respondiendo como un solo hombre a las llamadas de la Iglesia. Se llenó como nunca al salón de actos del Ateneo Jovellanos para escuchar la conferencia del obispo auxiliar de Oviedo, Raúl Berzosa; incluso éste, antes de iniciar su intervención, hizo una propuesta: «Todos aquellos que permanecen de pie, si se cansan, pueden irse». Eso sin contar los muchos que se vieron obligados a renunciar por imposibilidad de acomodo. Total que ,dócilmente, siguiendo las indicaciones de Juan Pablo II respecto a la Europa del siglo XXI, nos aferramos a la esperanza.

Hizo la presentación de tan ilustre ponente Javier Gómez Cuesta, párroco de San Pedro, en su estilo habitual, es decir, ameno, conciso y ocurrente. «Noble y leal burgalés, Raúl Berzosa tiene 50 años que no aparenta», dijo. Nació en tierra de buenos asados y mejores vinos, Ribera de Duero, y desde muy temprana edad sintió la llamada del sacerdocio, «una llamada que es sincera, veraz, proveída de un no sé qué que ilumina el alma». Tras licenciarse en Teología, su tesis doctoral llevaba por título «La teología del sobrenatural en los escritos de Henri de Lubac», un jesuita, gran teólogo, que en las postrimerías de su vida fue nombrado cardenal. Raúl Berzosa tuvo el honor de recibir la orden sacerdotal junto a otros 140 jóvenes, en Valencia, en una ceremonia oficiada por Juan Pablo II durante su primer viaje a España, en 1982. A partir de ahí su carrera de trabajo y estudios fue tan activa como brillante. Desde la Escuela Diplomática del Vaticano a las facultades de Derecho, Periodismo, Sociología, Antropología, su formación no ha tenido más respiro que el ejercicio de la pastoral, «y hoy, si la audiencia fuera de jóvenes, Raúl Berzosa habría traído su guitarra, ya que es un excelente músico», añadió Javier Gómez Cuesta. Designado obispo auxiliar de Oviedo en marzo de 2005, diez días antes de fallecer Juan Pablo II, se sospecha que puede ser el último nombramiento firmado por el extinto Papa. En su haber cuenta 37 libros publicados. «Es franco, abierto, inteligente, y un pastor cercano y evangélico».

Tras dedicar un recuerdo a González Novalín, «el maestro», y a Miguel Mauri Buendía, uno de aquellos 141 FER, chicos de Valencia, nombrado nuncio de Kazajstán, Raúl Berzosa se enfrentó al título de su charla, «El cristianismo y Europa. (La herencia de Juan Pablo II y Benedicto XVI)». Un programa previo dividía el tema en diecisiete preguntas, todas relacionadas con la situación religiosa, intelectual y social que hoy vive nuestro continente. Una por una, fueron respondidas por Raúl Berzosa a través de un estudio y conocimiento tan amplios, de tan profundo análisis, que por fuerza habría de dejarnos la sensación de que estaba metiendo siete trenes por una vía, cuando al menos hubiera necesitado otras dieciséis sesiones más para desarrollar las cuestiones planteadas. Sólo la pregunta: «¿De qué grandes heridas o separaciones se puede hablar en la historia de Europa?» daba para una hermosa e ilustrativa conferencia. Desde la dominación romana al avance islámico, el Imperio otomano, la Reforma, el judaísmo, el laicismo, la globalización... Nos quedamos con ganas de escuchar un estudio más pormenorizado de asuntos de tan vital importancia para Europa. El interrogante número 15: «¿Qué huellas cristianas siguen existiendo en Europa?» tuvo una respuesta tan bella como esperanzadora. Y en esa línea, nos quedamos con el juicio de María Zambrano: «Europa no ha muerto, agoniza, pero quizá pueda resucitar». Dios lo quiera.