J. M. C.

Como «una promesa de lectura atractiva y sugerente» calificó ayer la catedrática de Literatura María Elvira Muñiz la última novela de la escritora gijonesa Carmen Gómez Ojea: «El último verano en Charenton», en la presentación de la obra en la ciudad, que tuvo lugar en la sede del Ateneo Jovellanos, acto en el que la ganadora del premio «Nadal» hace veintisiete años con «Cantiga de agüero», volvió a acusar públicamente de plagio a Francisco Casavella, ganador del último premio «Nadal» con «Lo que sé de los vampiros», una novela ambientada en el siglo XVIII, cuando se produjo la expulsión de los jesuitas de España y Portugal.

«Casavella no es un vampiro de sangre, es un vampiro de tinta», afirmó el poeta Antonio Merayo, quien también intervino en el acto al lado de María Elvira Muñiz y Carmen Gómez Ojea, a quienes acompañó Virginia Álvarez Buylla representando al Ateneo Jovellanos.

En síntesis, Carmen Gómez Ojea reiteró que escribió «El último verano en Charenton» entre los años 1997 y 2002 y que su novela la envió a varias editoriales de Barcelona sin que recibiese respuesta con vistas a su publicación. En vista de ello, la publicó una editorial asturiana; pero del periplo barcelonés del texto surgió el año pasado «Lo que sé de los vampiros», ambientada también en el siglo XVIII y protagonizada por un personaje muy similar al que da pie a la narración de Gómez Ojea en «El último verano en Charenton». El asunto está en los tribunales.

Como «una maga del lenguaje» definió, en su intervención, Antonio Merayo a Carmen Gómez Ojea (Gijón, 1945), una autora que, dijo el poeta, «hurga en la conciencia del lector», mientras que María Elvira Muñiz aseguró, por su parte, que se trata de una autora «siempre renovadora de su escritura».

Respecto a «El último verano en Charenton», la catedrática de Literatura afirmó que mezcla en sus páginas «historia, imaginación y pensamiento, e introduce al lector en el Siglo de las Luces».

En efecto, la última novela de Gómez Ojea se introduce en el siglo XVIII portugués, español y europeo a través de Bento Malagride, un noble portugués «cojo y tísico», como explicó su creadora literaria, que, como otros personajes aventureros, como Giacomo Casanova o Barry Lyndon, transita por algunos de los principales acontecimientos de la época prerrevolucionaria francesa «entrelazando la realidad y la ficción de una época apasionante», como señaló María Elvira Muñiz.

Y la autora de la novela, por último, destacó que el siglo XVIII es para ella «el altar mejor de mis lecturas», una centuria en la que «empieza la modernidad». En definitiva, afirmó Carmen Gómez Ojea, en «El último verano en Charenton» lo que hace es «contar la vida a través de los personajes» reales e imaginarios que, en Barcelona, parece ser que inspiraron a «un vampiro de tinta».