Benjamín LEBRATO

Con la inauguración de Castiello, Gijón ganó un nuevo centro social, al desarrollar en el recién creado club una gran actividad festiva. El éxito fue grande y en ello tuvo mucha responsabilidad Juan Suárez, uno de los cinco magníficos, que era copropietario, en unión de Cipriano Ojeda, del hotel Hernán Cortés, poniendo a disposición de Castiello a Paulino Vigón, director y animador del gran hotel de la cuesta de Begoña.

Vigón organizaba las fiestas de una manera profesional, garantizando el éxito siempre con la contratación de las orquestas y cantantes, que hacían las delicias de los socios de Castiello; y además esos actos festivos ayudaban al club a incorporar nuevos miembros.

Otra de las ayudas del Hernán Cortes era aportar personal preparado para reforzar la cocina y el servicio de mesa de Castiello, en los banquetes que se celebraban continuamente y que Paulino Vigón dominaba en el hotel, que era un referente en Gijón para la celebración de ágapes de todo tipo.

La fiesta de inauguración se completó con una cena-baile que estuvo amenizada por la orquesta «Holandeses Voladores». Una anécdota de las fiestas de Castiello eran los panfletos de Ladislao Cañedo, que firmaba como «el vate de Mansilla de las Mulas», anunciando los actos que se celebrarían, como el que hizo de orden de la comisión de festejos, panfletos y similares del club a todos los socios en la Navidad de 1962: «Que siendo escasa la cuerda que le queda al año, y dada la teoría cíclica de números consecutivos (descubierta por el gran matemático Cuales de Panfleto en un año de esos), va a empezar, con permiso de la autoridad competente, el año 1963. Que teniendo en cuenta que la salida del año viejo y la entrada del nuevo procede que nos encuentre bien acompañados, en sólido y amigable grupo, por lo que pueda ocurrir, de modo que nos podamos desear rápidamente un próspero Año Nuevo, que es lo que se acostumbra en estos casos y una de las contadas ocasiones en que se usa el adjetivo tan bonito de próspero. Que considerando que pocos lugares puede haber más aptos para la citada reunión que nuestro magnífico y acogedor entre los acogedores, club de golf, donde cada fiesta está presidida, además de por los que la presiden, por una sana alegría y una calurosa amistad, disponemos que proceda a celebrar el día 31 por la noche una opípara cena, compuesta por: consomé, merluza a la americana, pollo relleno, compota de pera, café, vino, licores y champaña; todo ello por un módico precio de ciento ochenta y cinco pesetas».

Continuaba el tríptico de Cañedo: «Afamados músicos, toquen violas, laúdes, violines, cítaras, trompetas (éstas, bajito, para no armar excesivo estrépito) y demás armoniosos etcéteras. Suponemos que ni un solo socio que piense festejar tan magna fecha cometa el grave error de hacerlo en otro lugar que el Club de Golf de Castiello, por lo cual conviene reservar su mesa, llamando como siempre a Sérvulo, por si luego falta sitio y nos vemos en la triste precisión de tener que poner a alguien una mesa en el green del tres, lugar bello, pero frío, para estos menesteres». No es seguro que el «panfleto» fuera efectivo, pero lo cierto es que el club se llenaba de socios y las despedidas de año eran un gran éxito, igual que los bailes de disfraces, de verano y otras.

El personal de la «casa-club» estaba compuesto por: conserje, Sérvulo Mañas. Cocinera, Angelina Fernández Rimada. Camareros: Secundino Villar, José Manuel Cabo Iglesias «Lin». Barman, José Rubiera Menéndez. Botones, José Luis García Vázquez. Limpiadora, Josefina Rodríguez Meana.