Albina FERNÁNDEZ

La muerte del joven peruano de 20 años Jonell Dávalos Villanueva, ahogado en la madrugada del pasado domingo en el Fomentín, al estar supuestamente bajo el efecto del alcohol y las drogas, volvió a poner de actualidad la problemática de la movida de los fines de semana en Fomento. La proximidad de una discoteca hace que el problema se extienda hasta El Natahoyo, en un ir y venir constante de jóvenes, sobre todo durante las madrugadas de los sábados y los domingos.

Y es que las borracheras en Fomento son «míticas» y el atractivo de la noche atrapa a la juventud, una realidad que la sociedad tiene bastante asumida, pese a la gran preocupación existente por el consumo excesivo de alcohol y de drogas cada fin de semana.

Las posiciones entre los «sufridores» y los «protagonistas» de la movida están bastante distanciadas, como es habitual en estos casos. Las protestas vecinales, en general, se deben a la suciedad que queda en las aceras después de un intenso fin de semana, por el alboroto que provocan las numerosas pandillas que invaden la calle y por el excesivo consumo de alcohol y drogas. Los ruidos que salen del interior de los locales están bastante controlados.

La juventud, por su parte, defiende que la de Fomento es una movida como cualquier otra y que hechos como el sucedido el pasado domingo son «casuales y aislados», que llaman mucho la atención, pero que no deben llevarse demasiado lejos. Así se manifestó Enrique Berdiales, un joven habitual de Fomento. «Ahora todo el mundo habla de tomar medidas, pero no es algo que pasa constantemente, y el asunto no debe desmadrarse». En su opinión, la de Fomento no es una movida diferente a otras. «Yo voy por bastantes sitios y veo peores otras zonas, como La Arena. En Fomento no hay peleas ni mucho follón, tampoco creo que se beba más que en otros sitios y no creo que haya que controlar la cosa mucho más».

José María García Rubiera tiene una tienda de rótulos en Fomento y su principal queja es la suciedad. «La movida tiene que estar en algún sitio, pero el Ayuntamiento debería vigilar al menos la limpieza». El problema, en su opinión, es que «estamos sin civilizar». Y se explica: «Los domingos salimos a pescar y siempre encontramos gente muy pasada que se mete con todo el mundo. En el fondo, es todo un problema de educación».

Carmen Llosa vive las dos partes. Tiene 18 años, reside en Poniente y es consciente de los problemas del barrio. «Los fines de semana hay bastantes líos porque la gente se emborracha y se droga. Y la solución es difícil, porque, aunque pongan límites para el cierre de los locales, la gente seguirá consumiendo y seguirán pasando cosas como la del fin de semana». La joven considera que el ruido es la cuestión principal, y huye de determinados locales «en los que ya se sabe» que puede haber problemas. «Hay que controlar un poco adónde se va», advirtió.

Serafina Couso regenta un puesto de helados en la playa de Poniente y afirma que no tiene mayores problemas, aunque alguna vez intentaron forzar su local. «Por el verano abrimos primero y nos toca pasar por encima de los vasos rotos, sobre todo durante las fiestas, pero en general está tranquila la cosa». La mujer coincide en señalar el alcohol y las drogas como el principal problema, «porque la gente no controla», y no le ve una salida fácil. «Es posible que haya que poner más vigilancia, sobre todo de cara a la "Semana negra"».

«La noche de Fomento mola. Se está muy bien en los bares y no hay más follón que en otros sitios». Así de contundente se manifestó David Cuesta, un habitual, que añadió: «Lo peor son los jaleos, y eso no lo puede evitar el Ayuntamiento ni nadie, porque cuando alguien sale de casa pensando en pegarse, se pega, sí o sí».

Manolita Rodríguez vive en Poniente, cerca de la discoteca, y su principal queja es la «falta de respeto» de la juventud. «No sé si es por el alcohol o las drogas, pero se meten con todo el mundo. Los sábados por la mañana es tremendo, yo evito siempre pasar por ahí». Manolita reconoce que no tiene soluciones para atajar el problema, pero también se extraña de que «se pueda poner una discoteca en un bajo de viviendas». B. V. M. vive en ese edificio y asegura que la discoteca en sí no es el problema, sino la actuación de las pandillas, «que las montan muy gordas en la calle». Las denuncias en este sentido son habituales, y la Policía Nacional ya tuvo que intervenir varias veces. La suciedad completa el cuadro de quejas. «Lo dejan todo perdido, con meadas en los portales y los garajes, y la verdad es que tiene difícil solución».

Otra vecina, que prefirió omitir su nombre, cita la suciedad como el principal inconveniente. «Por las mañanas, todo son vomitonas. La gente coge tales borracheras que no sabe ni lo que hace. A mí me da pena, porque en muchas ocasiones son víctimas de la sociedad, de los padres y de todo».