-¿Qué le llevó a presentarse a la presidencia?

-Sencillamente, porque vine a la junta general, vi que había quedado desierta y le pregunté al presidente: «¿Esto puede pasar?». «Puede pasar de todo. Hasta desaparecer», me respondió. Así que yo dije: «Si convocas una nueva junta, yo te prometo que no quedará desierta. Yo presentaré una candidatura». Y aquí estoy.

-Y una vez aquí, ¿tiene algún proyecto en mente?

-El único proyecto que tenemos es que la oferta musical que significa la Filarmónica para Gijón no se puede perder, y hay que hacer todo lo posible para que continúe y tengamos un buen referente para la calidad de los conciertos. Ése es nuestro objetivo: mantener el nivel que logró la anterior junta directiva durante los últimos quince años y, a ser posible, mejorarlo.

-Llegar justo tras el centenario tiene que ser todo un reto...

-Sí, en eso estamos. Tenemos muy buena voluntad. Luego ya veremos cuáles son los resultados, porque también depende de la respuesta de los socios. Tenemos que moverlos y, sobre todo, rejuvenecerlos. ¿Cómo? Eso es lo que no sabemos.

-Si tuviera que cambiar algo, ¿qué sería?

-No estoy seguro. Lo que no podemos es hacer algo para atraer a los jóvenes que espante a los mayores, ni tampoco a la inversa. Ese equilibrio hay que sostenerlo y no sé cómo se hace, pero tendremos que cuidarlo.

-¿Qué opina sobre la labor de la junta directiva saliente?

-En quince años han logrado mantener a la gente y llegar aquí. Son 100 años, que no es poco.