Antropóloga, participó en un congreso sobre adopción

Eloy MÉNDEZ

Experta en en el análisis social del fenómeno de la adopción internacional, la antropóloga argentina y profesora de la Universidad Autónoma de Barcelona Diana Marre participó ayer en las segundas jornadas organizadas por la Asociación Asturiana de Adoptantes (Asturadop) en el Acuario de Gijón. Marre pidió una mayor sensibilización hacia las familias que se ven obligadas a entregar en adopción a sus hijos en países desfavorecidos económicamente.

-¿Qué peculiaridades caracterizan a la adopción internacional frente a la de carácter nacional?

-Cada grupo humano tiene sus formas de organizar las familias e incluso nuestra cultura tiene una gran diversidad. La gran diferencia entre la adopción nacional y la internacional está en este punto. Cuando uno adopta nacionalmente, lo hace dentro de su cultura familiar. En el caso de la internacional, el niño es de otra cultura, de otra raza, de otras características fenotípicas. Esto incrementa la desigualdad que entraña toda adopción. Porque para que uno sea declarado capaz para adoptar, tiene que haber alguien que sea declarado incapaz para criar a su hijo. Esto entraña un peligro que es ignorar la existencia de las familias de origen. El hijo adoptado tiene derecho a conocer su familia biológica.

-Tras más de una década de experiencia, ¿cómo valora el funcionamiento de la adopción internacional en España?

-El crecimiento de la adopción internacional en España tiene muchas causas. La primera es que España es un país rico, con un Estado del bienestar importante. Por eso, muchos niños que podrían ser adoptados son atendidos por el Estado. Porque el Estado así lo quiere. En segundo lugar, hay que decir que somos el país de Europa a la cola en la conciliación laboral y familiar. Esto obliga a que muchas mujeres retrasen la maternidad y, luego, ya no pueden ser madres y deben recurrir a la adopción. Por último, muchas madres no se pueden permitir un embarazo por cuestiones laborales. Todas estas causas influyen en el crecimiento de la adopción internacional en España.

-¿Se dan casos de discriminación social sobre algún tipo de familia adoptante?

-Por el mero hecho de ser una familia adoptante, no. Las familias monoparentales o monomarentales han crecido mucho en nuestro país y no creo que esto implique en sí una discriminación, como sí podría serlo en otros países. En el caso de España está bien asimilado que una madre decida sola formar una familia. Eso sí, las personas que optan por el modelo monoparental tienen mayor riesgo de fracaso al estar solos. Los problemas vienen por las dificultades que le traen aparejado el estar solo y no tener una pareja. Otro tema es el de las familias homoparentales, con dos personas del mismo sexo. Aquí se comete un error muchas veces. Porque, una vez pueden adoptar, hay que analizar a qué niños adoptan. Porque un niño de 8 años que viene de una cultura donde la homosexualidad es poco menos que delito, no entendería muy bien pasar a vivir de golpe con una familia formada por dos personas del mismo sexo.

-¿Cuáles son los retos de la adopción internacional en el futuro?

-En primer lugar, se debe tener muy claro qué niño estamos adoptando. Asegurarnos de que se cumplen todos los requisitos legales para evitar así problemas futuros. La segunda cuestión es pensar en el verdadero interés del niño. El niño es un sujeto de derecho desde que nace. Tiene el derecho de saber de dónde viene. Por eso, hay que profundizar en estudios que nos permitan ver no sólo la cara dulce de la adopción, sino también la cara mala. En España hay 35.000 niños adoptados internacionalmente en los últimos diez años y hay que saber dar una respuesta social a esos niños. No sólo ahora, sino también durante el resto de sus vidas.

«Las personas que optan por el modelo monoparental tienen mayor riesgo de fracaso al estar solos»