En julio de 1883 el Estado promulgó una ley para impulsar la construcción de un ferrocarril que uniese el Ferrol con la ciudad de Gijón. Esta línea férrea fue considerada estratégica al vincular el arsenal ferrolano con la Fábrica de Cañones de Trubia y con el puerto de El Musel, y por servir al mismo tiempo para completar la red general que comunicaba la costa cantábrica. Sin embargo, tan pronto se planteó la construcción de la línea, las ambiciones localistas que pugnaban por favorecerse por el trazado se desataron, generándose un clima de hostilidad, especialmente entre las localidades de la ría del Eo, que tuvo como principal consecuencia un retraso en la entrada en servicio del ferrocarril de casi noventa años.

La publicación que se reseña, firmada en 1905 por Godofredo Álvarez Cascos, ingeniero luarqués que a finales de la década de 1890 había realizado el primer estudio serio sobre el trazado costero y directo entre el Ferrol y Gijón, no deja de ser un jalón más en el largo proceso que culminó, en septiembre de 1972, con la inauguración oficial de la línea. Álvarez Cascos denuncia en las páginas del libro el caciquismo cerril que anteponía los intereses de los pueblos del Eo a los de la región cantábrica y del país en su conjunto, y que con su pugna estéril no hizo sino poner impedimentos a la rápida construcción de este estratégico ferrocarril. Son, por tanto, las páginas de esta publicación un firme alegato en pro del trazado costero que su autor consideraba como el más racional. Su exposición se articula en ocho capítulos, en los que se relatan los antecedentes, el resultado de distintas asambleas y consultas ciudadanas, la importancia del ferrocarril, el estado de las subvenciones o la trascendencia del trazado directo, entre otros aspectos.

De todos ellos, quizás el más elocuente y beligerante sea en el que se detiene a explicar la importancia del ferrocarril y de su trazado. Los argumentos que esgrime al respecto se basan en que la línea había de comunicar una veintena de estaciones marítimas, algunas de especial relevancia por la capacidad y operatividad de sus puertos como Ferrol, Vivero, Ribadeo, San Esteban, Avilés o Gijón. También considera importante el trazado costero por su trascendencia para el desarrollo turístico de la zona, donde ya había algunas colonias estivales que solo necesitaban mejorar su accesibilidad para consolidarse. ¿A quién no le gustará la concha de Artedo o las Luiñas?, se pregunta en tono retórico el autor, seducido por las excelencias del paisaje de la marina occidental. Abundando en esta cuestión señala que tan pronto se abra la línea será una realidad la llegada de cuatro tipo de veraneantes: los ricos que puedan alquilar o comprar una casa en los alrededores, los que harán lo propio dentro de las poblaciones, los huéspedes de posada o fonda, y las «maruyas, excelentes personas de modesta fortuna que llegan, viven y se van en cuadrillas comiendo de las provisiones que traen». A pesar del empeño del autor, el problema del Eo enquistó el proyecto hasta que desde el Ministerio se optó por Vegadeo para salvar la ría.

Esta interesante y deliciosa publicación, que se acompaña de un plano general del trazado a escala 1/400.000 y de un croquis 1/100.000 explicativo del trazado por Vegadeo, perteneció a los fondos de la Cámara de Comercio y pasó al archivo gijonés, por convenio entre ambas entidades, en fechas relativamente recientes.