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-¿Qué balance recoge de todas estas actividades?

-Un resultado muy enriquecedor en todos los sentidos; de lo malo también se aprende. Aunque la época que corresponde al Gobierno de Pedro de Silva fue la mejor. Doce años muy satisfactorios en los que estuve encantado con mi trabajo. Esto sin contar la docencia, algo que siempre eché de menos, creo que soy un educador nato.

-¿En qué va a emplear ahora tanto tiempo libre?

-Entre mis variadas ocupaciones actualmente lo que me absorbe es mi trabajo de canciller en la Cofradía del Santo Sepulcro.

-Aquí estamos, a las puertas de la Semana Santa, ¿desde cuándo forma usted parte de la Junta de Hermandades Penitenciales?

-Desde 1996, aunque en esa fecha había una única congregación, la del Santo Entierro y Misericordia. Me adherí por propia voluntad. Siempre he sido muy religioso, aunque procuré llevarlo con discreción.

-Eso suena a respeto humano...

-Sí, pero, sobre todo, hacia mí mismo. De otro modo estoy en la cofradía a la vista de todos.

-¿Qué implica ser canciller de una asociación penitencial?

-En realidad, el título equivale al de un secretario general. Hay que levantar actas de las asambleas, tener al día los archivos, ocuparse de los desfiles... El Santo Sepulcro reúne unos 160 cofrades.

-¿Cómo vive la Semana Santa?

-Muy intensamente. El trabajo material no es ajeno al del alma, sino que uno y otro se motivan y complementan. Se vive un ambiente de piedad y todos deseamos fervorosamente que la Semana Santa sea algo más que un simple escaparate de imágenes. Detrás de todo ello hay mucha entrega, y doy fe de que las mujeres que colaboran en todos los preparativos lo hacen por pura devoción.

-¿Qué le parece la Semana Santa gijonesa frente a otras de gran tradición?

-Muy hermosa y muy nuestra. Va enriqueciéndose cada año de un modo notable con nuevas imágenes; los tronos van cambiando y las cofradías crecen sin pausa. Desde un punto de vista, diremos racional, ésta, la gijonesa, es la Semana Santa por esencia. Cristo se rodeó de pescadores. Y si hay un patrimonio importante en la celebración gijonesa, éste lo constituyen los propios cofrades; la mayor parte son gente muy sencilla. No existe conciencia de clase en su conjunto, aunque formen parte personas pudientes o de prestigio social. Aquí se lleva el espíritu de cofradía en toda su autenticidad.

-¿Y cómo evalúa la respuesta popular?

-Creciendo, tanto en participación como en respeto.

-Dicen que la curia en un principio se mostró un poco reticente a sacar las imágenes a la calle...

-Yo nunca encontré oposición alguna, ni antes por parte de don Boni, ni ahora con don Javier Gómez Cuesta. Ellos opinan, los consultamos y pueden surgir discrepancias, pero nunca oposición.

-Hagamos votos por el buen tiempo, que no vuelva a ocurrir lo del año pasado, en que fue preciso suspender el desfile de Viernes Santo...

-Dios no lo quiera. Íbamos a estrenar un trono precioso para el paso del Santo Sepulcro, y la imagen de la Virgen de la Soledad llevaba nuevos faroles, nueva corona y nuevo palio, y tampoco fue posible sacarla. En esta ocasión contamos con una borriquilla para el Domingo de Ramos, también de estreno. Espero que todos vivamos una Semana Santa gloriosa, primero por lo que significa, y segundo, porque su esencia nos lleva a la Resurrección gloriosa.

-Dejando esta pasión, ¿qué fue de sus pasiones deportivas?

-De todas me retiró una lesión cervical, pero la que más intensamente viví fue la montaña, la escalada. Conozco prácticamente todas las cumbres de los Picos, e incluso muchas de los Pirineos y los Alpes. Hice mucha navegación deportiva y aunque nunca tuve barco, o lo alquilaba o compartía el de los amigos. En mi época escolar y universitaria hice atletismo, y he jugado algo al golf... Ahora sólo puedo caminar.