Historiadora, ganó el XXX Premio «Juan Uría Ríu»

J. M. CEINOS

Ovetense de nacimiento, «pero vivo en Gijón de siempre y soy gijonesa», Bárbara García Menéndez (1980) acaba de ser galardonada con el XXX Premio «Juan Uría Ríu», que concede la Consejería de Cultura y Turismo del Principado de Asturias, por un trabajo divulgativo sobre el escultor Juan de Villanueva y Barbales (Pola de Siero, 1681-Madrid, 1765).

Licenciada en Historia del Arte por la Universidad de Oviedo, Bárbara García alcanzó el doctorado, precisamente, con una tesis sobre el escultor poleso que se encontró en el cambio entre el Barroco y el Neoclasicismo. Estuvo becada, como profesora, en el departamento de Historia del Arte, en Musicología, de la Universidad de Oviedo. Ahora colabora con una empresa de restauración de Valladolid haciendo informes de las restauraciones y estudios histórico-artísticos de las piezas que están restaurando.

-¿En «El escultor y académico Juan de Villanueva y Barbales» descubre al padre del arquitecto Juan de Villanueva, mucho más conocido?

-Indudablemente, su hijo tiene muchísima más fama, no solamente entre los especialistas, también entre el público, en general. La razón por la que surgió esta tesis fue que existía ya en el departamento de Historia del Arte, entre el director de mi tesis, Javier González Santos, y los otros profesores de Arte Moderno, un gran interés en investigar en la vida de este personaje, de un asturiano del que se sabía poca cosa, pero que se tenía la sospecha de que había jugado un papel muy importante en la escultura de su tiempo. En el momento en el que me incorporé, con una beca, al departamento de Historia del Arte y a trabajar con Javier González Santos, fue cuando quedé encargada de sacar adelante una biografía sobre Villanueva.

-¿Sorpresiva?

-Es que Juan de Villanueva y Barbales más que olvidado se puede decir que pasó desapercibido.

-¿Poco estudiado?

-Efectivamente. Lo cierto es que la escultura del Barroco del siglo XVIII, en Madrid, que es a la escuela a la que pertenece Juan de Villanueva, está muy poco estudiada, en general, excepto un par de artistas destacados, como son José Benito de Churriguera y Luis Salvador Carmona. De los demás se sabe muy poco, sobre todo de los españoles, y realmente sorprendió el resultado por saber que Juan de Villanueva ocupó un lugar destacado dentro de ese panorama y, sobre todo, que es un panorama mucho más amplio de lo que hasta ahora se conoce. Al empezar a estudiar a este artista nos dimos cuenta de que todavía queda muchísimo por hacer, mucho más de lo que pensábamos y que hay otros muchos artistas que merecen ser estudiados, que hay que ahondar mucho más en esa época de la primera mitad del siglo XVIII y en esa escuela de Madrid.

-Una época, en el arte, de transición entre el Barroco y la vuelta al clasicismo; entre la Contrarreforma y la Ilustración en lo político...

-Tanto Juan de Villanueva como sus contemporáneos, sobre todo refiriéndonos a los españoles, son de transición, efectivamente. Viven los últimos ecos del Barroco exaltado, del que podríamos llamar el Barroco churrigueriano, y los comienzos del arte académico que se propugna desde la Academia de San Fernando y que tiende a ser clasicista. Les toca vivir en esa encrucijada y en el caso de Juan de Villanueva, que tiene una formación dentro del Barroco exaltado, para no verse apartado de ese arte que empieza a pujar desde la Academia de San Fernando, se adapta al clasicismo por medio de las influencias italianas y francesas que conoce a través de otros artistas y de álbumes-estampas y tratados que tiene en su biblioteca.

-¿Es su importancia como artista?

-Su aportación es muy importante, en el sentido de que ese giro que supo hacer hacia el arte de la modernidad, hacia el clasicismo y el academicismo, le permitió tener un lugar destacado entre los artistas, mientras que los que se quedaron anclados en el arte churrigueriano fueron bastante apartados, por ejemplo de la obra del Palacio Real de Madrid, que fue la empresa artística más importante del XVIII en España, en la que sí participó Villanueva. También quedaron apartados de la Academia de San Fernando, en la que estuvo Juan de Villanueva.

-Su otra faceta.

-Sí, desde principios del siglo XVIII estuvo muy comprometido con la reforma de la enseñanza de las artes y gracias a su trayectoria se le nombró director a título honorífico de la Academia de San Fernando.

-¿Influyó en su hijo Juan, autor, por ejemplo, del edificio del Museo del Prado?

-En ese sentido, se podría trazar una línea: Juan de Villanueva fue el primer paso hacia adelante, superó la formación que había recibido en un arte que se empezaba a considerar pasado de moda e inculcó a sus hijos, tanto a Diego, que es menos conocido y fue profesor de Arquitectura en la Academia, como a Juan, la necesidad de ponerse al día y participar de la modernidad. Gracias a su talento, Juan de Villanueva hijo llegó a ser uno de los mejores arquitectos de la historia del arte español.

-¿Cuál es, en su opinión, la mejor obra de Juan de Villanueva y Barbales?

-Si tengo que elegir una, siempre he pensado que es la Inmaculada Concepción que hay en la catedral de Oviedo, en uno de los retablos del transepto. Para mí es su obra maestra de lo que hasta ahora se conoce y la que resume todo su arte de madurez, todas esas influencias extranjeras que comentaba antes y en la que también se ve cómo pervive todavía ese arte exaltado del barroco en la línea de Churriguera. Es la síntesis de toda su obra y de todas sus preocupaciones por hacer un arte moderno y que triunfara entre clientes destacados, como era la catedral de Oviedo, con mucho dinero para contratar obras.