Cynthia GARCÍA

«Hay que aprovechar que hemos alcanzado la libertad de palabra, que es la más fuerte que hemos conocido. Y la palabra, cuando se une con el saber se vuelve un arma cargada de futuro». Es la tesis, una de ellas, que ayer expuso en Gijón la catedrática y filósofa Amelia Valcárcel. Bajo la idea de comentar su último libro, «Feminismo en el mundo global», la tertulia de mujeres gijonesas «Les Comadres» convocó en el Centro de Cultura Antiguo Instituto a un gran número de asistentes que pudieron disfrutar del coloquio que ofrecieron tanto Valcárcel como la también filósofa Ana de Miguel.

Una charla centrada, sobre todo, en la evolución de nuestro país en los últimos treinta años. «Cuando yo salí de España la primera vez, en 1977, éramos el país más atrasado de Europa, con la tasa de natalidad más alta del continente; un país del que no merece la pena rescatar nada o casi nada». Así de contundente se mostró la doctora en Filosofía Ana de Miguel. Sin embargo, tal y como se encargó de recordar luego, las cosas han cambiado. «Ahora somos el asombro de Europa. Somos el país que tiene la primera ley contra la Violencia de Género, donde hay un Gobierno paritario y donde se ha aprobado una ley de matrimonios homosexuales», afirmó De Miguel.

¿Qué ha ocurrido para que las cosas sean ahora tan diferentes? Tal y como explica Valcárcel en su último libro, eso se lo deben las mujeres a ellas mismas. «El feminismo es la gran fuerza moral de cambio social que ha construido una sociedad mejor para todas y todos», y uno de los factores clave, según la escritora, ha sido la incorporación de la mujer al mundo laboral y su ocupación del espacio público.

Un cambio notable, pero con mucho por hacer. «El feminismo es compasivo y no puede existir sin mirar al resto del mundo, por eso mientras haya una mujer vendida o maltratada, el resto de mujeres estamos igual de mal que ella», afirmó Valcárcel.

«Feminismo en el mundo global» intenta analizar el poder y su relación con la mujer. Aunque Amelia Valcárcel ya abordó este tema en uno de sus primeros libros, «Sexo y filosofía», en este último hay un cambio. «Se pierde esa "inocencia" que quizá podía encontrarse en "Sexo y filosofía"», explicó de Ana de Miguel. En «Feminismo en el mundo global» su autora ya vive cerca del poder y en sus páginas transmite la idea de haber visto más de lo que habría querido, lo que ha sido la causa de que ahora sea «más descreída». Valcárcel reconoce seis centros de toma de decisiones en la sociedad. Los dos primeros, los poderes públicos y el sector económico, «están ya están suficientemente diseccionados» por las teorías feministas, lo que los hace «más transparentes». En cambio, hay otros cuatro que determinan la vida de las personas y que siguen siendo opacos: «Los medios de comunicación, la religión, el mundo de la creación y del saber». Es en ellos donde se está produciendo la mayor desigualdad sexual. «Con la excusa de que a los altos puestos de estas esferas sólo llegan las excelencias, las mujeres no llegan», sentenció Valcárcel.

Aunque pueda parecer lo contrario, «Feminismo en el mundo global» transmite optimismo, a la vez que recuerda «de dónde venimos», señaló Ana de Miguel, quien quiso destacar la aportación teórica de Valcárcel y Celia Morós al movimiento feminista. «Estas miles de agentes feministas que han hecho posible el cambio han precisado de una formación, de unas ideas claras que reflejaran cuáles son los objetivos y esta es la aportación principal que le debemos», afirmó Ana de Miguel.

Amelia Valcárcel, como ayer se recordó en el Centro de Cultura Antiguo Instituto, es una asturiana de adopción que lleva luchando muchos años por los derechos de las mujeres y su conocimiento sobre la teoría feminista y su historia queda patente en la obra y en sus múltiples trabajos.

Ayer en Gijón recordó que «en la transición había que levantar la hipocresía y eso fue lo que hicimos las feministas, dándole así un buen baño al discurso oficial». Ahora las cosas han cambiado, la globalización ha traído cosas positivas, pero todavía hoy «nacer mujer en ciertos países es una condena».