Jefa del servicio de Igualdad de la Diputación de Guipúzcoa

A. RUBIERA

Ana Aguirre Sáez de Eguilaz es pedagoga, trabajó como profesora, como directora de centro escolar y ha pasado por el Instituto Vasco de la Mujer como responsable de formación. En la actualidad es jefa del servicio de Cooperación, Derechos Humanos e Igualdad de la Diputación Foral de Guipúzcoa. Ayer, como experta en coeducación, fue la invitada en la presentación del programa municipal «Educar para la igualdad», que un año más se desarrollará en los centros gijoneses.

-¿La escuela de hoy aún promueve relaciones de desigualdad chico-chica?

-Es reflejo de la sociedad en que vivimos y estamos en una sociedad desigual. No es que la escuela planifique reproducir las desigualdades, pero inconscientemente, si no actúa para cambiarlas, va a reproducir el modelo.

-¿Diría que esa idea es generalizada en el ámbito educativo y que hay concienciación para trabajar contra la desigualdad?

-En general, en la sociedad occidental la gente no es muy sensible con este tema porque hay una falsa imagen de igualdad. Vivimos un espejismo de la igualdad en la medida en que la legal y formal sí que se ha conseguido en las sociedades modernas y democráticas. Pero aunque tenemos los mismos derechos, el ejercicio de esos derechos no lo tienen por igual hombres y mujeres. Llevado eso a la escuela, ahí todavía hay una imagen más distorsionada de esa igualdad.

-¿Por qué?

-Porque en la educación ya no hay barreras por cuestión de origen, clase social, formación o cultura, algo que hace unas décadas sí que ocurría. Y eso lleva a que haya una cierta apariencia de que todo está conseguido. Gran parte del profesorado piensa eso, lo que lleva a una falta de conciencia de las propias desigualdades.

-¿En qué diría que se manifiestan más esas desigualdades en el ámbito escolar?

-Por ejemplo, en el currículo, o sea, en los contenidos que se estudian. La escuela prepara para la capacitación y la vida profesional, pero esto en sí mismo ya es una fuente de desigualdad porque sabemos que en la vida real el desarrollo profesional de mujeres y hombres no será de la misma forma. Entre otras cosas, porque en todo el trabajo doméstico y de cuidado aún no han entrado los hombres.

-¿Es partidaria de los talleres de hogar en los institutos?

-Si en la escuela no trabajamos esto, las actuales niñas tendrán en el futuro las mismas dificultades que ahora tienen las mujeres adultas, por la imposibilidad de compaginar la presión de la vida familiar con ser buenas profesionales. Mientras la escuela no integre en el currículo los contenidos escolares que preparen a los varones para responder a las responsabilidades domésticas y de cuidado de personas, la situación de desigualdad se va a reproducir.

-¿Y además de eso?

-Hay otros ámbitos que no se están trabajando suficientemente, ni planificando para la intervención. Por ejemplo: la elección de estudios de chicos y chicas. Si analizamos a partir de la ESO las selecciones de optativas, de tipos de Bachillerato, de ramas de FP o de estudios universitarios, se ve claramente que está todo muy sesgado. Los chicos se decantan por todo lo que tiene que ver con ciencia y tecnología y las chicas por lo que tiene que ver con el cuidado, la educación, el trabajo social, la atención a las personas. Si realmente hubiera igualdad, la distribución en los estudios sería mucho más equilibrada.

-¿En la igualdad de sexos quién educa más, la familia o la escuela?

-La familia educa, la escuela luego, a continuación se suma el entorno... son procesos paralelos. Para mí, la diferencia fundamental es que la escuela tiene una responsabilidad porque es el único ámbito que está profesionalizado para la educación. Los docentes tienen que estar capacitados para promover otro tipo de valores, porque lo que no podemos garantizar es que la familia estén preparadas. A las familias no se les exige un título.

-¿Y los docentes están preparados para educar en igualdad?

-Igual que habría que revisar los currículos escolares también se debería revisar el currículo de la formación universitaria del profesorado. Éste es un reto que debe plantearse la Universidad.

-En Asturias se intentó este año rescindir el concierto de dos colegios que hacen educación separada entre chicos y chicas. El asunto está pendiente de revisión judicial. ¿Qué opina de la educación separada? ¿Entiende que se defienda que eso no es segregación?

-La escuela mixta es un avance innegable. Para mí, no cabe otra idea, porque la vida es mixta. Pero la coeducación supone algo más que la escuela mixta. El paso que creo que hay que dar es que, quizá en determinados momentos, siempre en el marco de una escuela mixta, puede haber estrategias en las que debamos separar a niños y niñas.

-¿En qué momentos?

-Siempre en momentos concretos y no para toda la escolaridad. Quizá para trabajar cuestiones como el «empoderamiento» de niñas, que no es otra cosa que intentar que aumenten su autoestima y sean capaces de defender sus derechos; o para trabajar con los chicos el tema de las emociones, la sensibilidad, los sentimientos. Pero, en todo caso, para mí hay una diferencia grande entre volver atrás, a los modelos de otras épocas, y el modelo coeducativo en la escuela mixta.

-¿Es de las que piensa que hay que evitar que los niños ocupen los patios escolares jugando al fútbol?

-La organización de los centros es un ámbito muy importante de intervención. Eso implica que la regulación del uso de los espacios es fundamental. Porque los niños, por la socialización que han recibido, tienden más a la ocupación de los espacios, se apoderan, los dominan y ejercen el poder de forma inconsciente porque han sido socializados de esa forma. No podemos pensar que en el patio el juego es libre y ahí no debe intervenir el profesorado. De eso nada. El patio es un espacio educativo, hay que observar lo que pasa y si vemos que los usos son desiguales y se ejerce la dominación hay que regularlo. Hay centros que optan por quitar las porterías, canastas y zonas de juego deportivo del centro del patio para que sea un lugar de encuentro de niños y niñas, no sólo un campo de niños. Otros centros limitan los días para jugar al fútbol... Todas las ideas pueden ser buenas porque la tendencia mayoritaria de los niños es a ocupar el espacio y las niñas se retiran a la periferia. Ahí, en ese patio, las niñas también están aprendiendo a ceder los espacios.

«Hay que intervenir en la organización de los centros escolares; la regulación de espacios es fundamental»

«Vivimos un espejismo de la igualdad, y en la escuela esa imagen aún está más distorsionada»