En el viejo Gijón hubo cuatro gremios que controlaron la mano de obra impulsora de toda su actividad económica, y que por el progreso de los tiempos, cuando surgieron las sociedades obreras, terminaron reconvertidos en piadosas hermandades. Fueron los de mareantes, canteros, zapateros y carpinteros..., y también hubo, antes de que se estableciera El Corte Inglés, el buen gremio de los sastres?

El más antiguo y también más poderoso y más estudiado fue el gremio de los mareantes, marineros, pescadores, de altura y bajura, de ballenas, besugos y sardinas; durante muchos años su sede se radicó en la capilla de Santa Catalina, al ser ésta reconvertida, en el siglo XIX, en moderno «polvorín», título, cofradía, vara y sede de los mareantes pasaron a la capilla de la Soledad, que erigiera la familia Valdés-Llanos al pie de su casona, hoy restaurante, y que, muy reparada, aún está en pie.

Muy cerca, el este de Cimadevilla, adosada a la casa de los Jove-Llanos y al hospital de los «Corraxos» (hoy Zabala) -que así de raro llamaban los gijoneses (antes de que el Camino fuera negocio de Fitur) a los peregrinos jacobeos- estaba la capilla de los Remedios, que tanto debió a Marcos García Sala. Desde mediados del siglo XIX fue la de los Remedios sede del edificante y rico gremio de canteros, labrantes, mamposteros y peones, que gustaba gastar por la fiesta de la Virgen titular, primero o segundo domingo de septiembre, muchos duros en la pólvora de los González.

Frente a la playa, donde el Náutico, la capilla de la Consolación fue sede, después de dejar la de Begoña, del numeroso y sacrificado gremio de los zapateros: dos mil zapateros militantes quiere para mañana mismo el hermano mayor Sariego.

El de los carpinteros se instaló hacia 1825 en la capilla de la colina, o sea, en la de Begoña, que fundaran los vascuences.

Cada gremio tuvo su hermano; su caja, su fiesta, su capellán y su pendón.

«La Soledad». Título del de mares, marinos y puertos, hace referencia a los vacíos que dejan la mar y las mareas, sin excluir, aunque sea dolorosa, la casta «soledad» como de obispo en que, casi a diario, amanece El Musel «recrecido» cuando sus potentes focos alumbran el negro carbón o los brazos rojos de las grúas muertas... a la mar y a la nada. «¡Musel, Musel! ¿Qué ha sido de tu causa? ¿Sucumbió acaso vuestra idea de ganancia?» (Florete, 1894).

Pero antes de que la desolación nos embargue, levantemos los corazones, ¡¡¡sursum corda!!!, que la Soledad fue también, y sigue siendo, fiesta del segundo o tercer domingo de septiembre, después de la de los Remedios constructores?

Del lunes al domingo se hacía, con rosario, el septenario de la Soledad en su capilla. Y en la mañana del domingo, sol y solemne función con sermón, que, salvo causa de fuerza mayor, hacía el «elocuente» orador sagrado Agapito Villaverde, el presbítero protegido de nobles, obispos y cardenales que de «piloto» de la «Casa Olavarria» llegó a «predicador» de la «Casa Real»?, por la sola fuerza de su palabra y el empeño conjunto del cardenal González, (don Zeferino) y el cacique Pidal, (don Alejandro).

Y después de la función, la puja, que dirigía el célebre Pandiella (algunos aún le recuerdan como «Pandiellu, el monologuista»), que subastaba entre risas, burlas y zalemas las mejores roscas y empanadas, que ex profeso para la fiesta elaboraban las famosas «Ritas», Elvira, Aurora y Manuela Margolles y Viña, de la calle Artillería -hermanas del muy republicano don Celestino, periodista y capitán-, que además de los preparativos de la fiesta se encargaban de recoger los fondos, despertar a los dormidos y reavivar a los bebidos..., hasta que murió la última hija de doña Rita, lo que fue en noviembre de 1918...

A la tarde, procesión, normalmente , «con escasa concurrencia»; poco después, la «concurrida» romería con organillo y banda; a la noche, la verbena con fuegos, bailes y voladores, que los canteros les reservaban de su patrona. Y cuando la fiesta cerraba sin incidencias notables, felicidad en las casas, y bullanga disparatada por las salas de lenocinio de todo el barrio.

El Musel actual, que vive casi en Soledad, también precisa para animar sus dársenas, a más de fiesta, puja y cofradía..., de tráficos. Llevar y traer. Importar y exportar...

De Consuelo o Consolación, precisa Zapatero; de Remedio, o Remedios, los constructores y carpinteros...; y para las Begoñas, orden y flores...

Como se ve, son gremios de ayer para necesidades de hoy.