J. L. ARGÜELLES

Autora de «Educación para la igualdad de oportunidades» y «Tras las huella de "El segundo sexo" en el pensamiento feminista contemporáneo», la filósofa Susana Carro Fernández (Mieres, 1971) presentó ayer en el Antiguo Instituto «Mujeres de ojos rojos (Del arte feminista al arte femenino)», editado por Trea, un libro en el que prosigue su personal investigación, en esta ocasión en las lindes de la ética y la estética.

-¿Qué es «Mujeres de ojos rojos»?

-Es un título tomado de una cita de Deleuze, en la que éste dice que artista es aquella persona que penetra en la profundidad de la vida, descubre algo intolerable y regresa, con los ojos rojos, para trasladar ese conocimiento. Yo he aplicado ese mensaje a todas las pensadoras y artistas que aparecen en mi libro. Tienen la mirada de quienes han vivido la opresión de la mujer y la reflejan en la pintura, en la escultura...

-¿Hay diferencias entre los «ojos rojos» de una mujer y los de un hombre?

-En este caso, los de las mujeres que salen en mi libro están especialmente «enrojecidos» por la problemática de la opresión de género. La diferencia entre unos y otros viene dada por la experiencia. La mujer vive esa opresión en primera persona, mientras que el varón tiene una visión desde otra perspectiva.

-¿Arte feminista y arte femenino?

-Pues sí, pero no es una ocurrencia mía. Si repasamos el arte comprometido con las mujeres, a partir de los años setenta, nos damos cuenta que hay un arte feminista: el que condena la situación social de la mujer y la denuncia. Y hay también un arte femenino, que no niega el lugar de «lo otro», de esa situación de la mujer, pero que atiende más a la sensibilidad específica de las mujeres.

-Pero no tiene por qué existir incompatibilidad entre la posición feminista y la femenina.

-Para las feministas de la diferencia no la hay; para las de la igualdad existe, porque lo femenino es un constructo social y cultural. En el momento en que es una construcción impuesta, estamos ante algo negativo. Las feministas de la diferencia consideran que lo femenino es el valor a reivindicar; para las de la igualdad, depende.

-La palabra «feminista» ha ganado prestigio en ciertos ámbitos intelectuales y políticos, al contrario que el vocablo «femenino». ¿Comparte esta opinión?

-No, no la comparto. Creo que la mayoría de la gente tiene muchos prejuicios ante la palabra «feminista», y en el mundo académico se acepta referida a estudios de género. La palabra «feminista» aún tiene connotaciones peyorativas para quienes nunca han entendido las luchas por la igualdad.

-En su libro, usted señala a Rousseau como el culpable de una educación basada en la subordinación de la mujer al varón.

-Durante la Ilustración se predican valores como el de la igualdad, pero, por desgracia, no es una igualdad universal. Rousseau excluye de esa categoría, la de la igualdad, a las mujeres. La educación que defiende para Sofía es totalmente distinta a la de Emilio, y siempre al servicio del hombre, nunca para que ella se pueda formar intelectualmente. Podía haber dado un paso más, pero quien lo hace es Mary Wollstonecraft, que reclama una igualdad para todos, incluidas las mujeres.

-¿Esa posición de Rousseau lastró muchas de las ideas de la izquierda política?

-Hay ahí una ideología de fondo de la que no escapa ninguna filosofía, construidas desde el sistema patriarcal. Si tenemos en cuenta que la mayoría de esos pensadores, y no porque no haya habido mujeres filósofas, han sido hombres, pues se explican muchas cosas. ¿Es Rousseau el culpable? No creo, él conceptualiza ideas que están en el ambiente. Los ideólogos de izquierda, incluidos los marxistas, deberían haberse dado cuentas de cómo estaban las cosas.

-A veces, leyendo algunos análisis feministas, tengo la sensación de que hay un olvido importante: el hombre también es víctima de esa sociedad patriarcal y edificada sobre un determinado modelo de relaciones económicas.

-Puede ser, pero no es un problema por el que considere que debo preocuparme. Me explico: el hombre tiene ciertos privilegios y no va a salvar a la mujer de la situación que ésta padece. La lucha es de las mujeres. ¿Los hombres son también víctimas de la sociedad patriarcal? De acuerdo, pero su situación es totalmente distinta a la de las mujeres.

-¿El adversario es el hombre o la sociedad patriarcal?

-La sociedad patriarcal, evidentemente, pero a veces se encarna en sujetos...

-Y en «sujetas»...

-Es cierto que la opresión de la mujer es fruto de una ideología, la del patriarcado, y la responsable de la ideología es el conjunto de una comunidad de hombres y mujeres. Y es cierto, también, que a las mujeres, en muchos casos, nos cuesta mucho trabajo darnos cuenta de esa situación de opresión. Le cuento una anécdota: Simone de Beauvoir no tenía derecho al voto y, sin embargo, al inicio de «El segundo sexo» comenta que nunca había sentido la opresión. El primer paso, y el más difícil, está en la percepción de esa opresión.

-Menciona a Simone de Beauvoir, que es un evidente apoyo intelectual de su trabajo. ¿La frase «No se nace mujer, se llega a serlo» está detrás de su planteamiento?

-Sí, «Mujeres de ojos rojos» surge a partir de la lectura de Simone de Beauvoir. Cuando me inicié en el feminismo, escuchaba que Simone Beauvoir no merecía la pena, que estaba trasnochada. Me acerqué a «El segundo sexo» sin ninguna expectativa, pero encontré un discurso actual y que las cosas estaban muy bien explicadas. Me parece que su influencia en el feminismo, en el ilustrado y en el de la diferencia, es muy importante.

-¿Y el de «Una habitación propia», la obra de Virginia Woolf?

-No sé en el plano literario, en el de la historia de la literatura, que no domino, pero para el feminismo es de una gran importancia. El título del libro se ha convertido casi en una consigna. Y claro, en el asunto que yo estudio, es una de las reivindicaciones de las artistas: una habitación propia, un espacio autónomo en el que poder trabajar. Lo comentaba, por ejemplo, Louise Bourgeois, que trabajaba en la mesa de su cocina. Bourgeois dirá más tarde, paradójicamente, que la «habitación propia» también quita cosas.

-En su libro habla de varias artistas, entre ellas, Louise Bourgeois. ¿Qué le interesa subrayar?

-Intenté seleccionar a aquellas artistas de mayor prestigio, con una obra plástica que ha trascendido y en la que la teoría feminista resulta evidente.

-¿Cuáles son los retos del feminismo del siglo XXI?

-Vuelvo a Simone de Beauvoir: no soy feminista para ocupar el lugar de los hombres sino para cambiar el mundo. Puede ser un objetivo muy ambicioso, pero ésa es la idea: cambiar el mundo y la sociedad en que vivimos; hay que romper con la ideología del patriarcado.

«La mayoría de la gente tiene muchos prejuicios ante la palabra "feminista"»

«El hombre tiene ciertos privilegios y no va a salvar a la mujer de la situación que ésta padece»