J. L. A.

El gran reto de El Musel, el mayor puerto asturiano, está en la diversificación de sus tráficos para dejar de ser tan vulnerable a las oscilaciones económicas del acero, el carbón o la electricidad. La ampliación de la terminal gijonesa, así como el desarrollo de la Zona de Actividades Logísticas e Industriales de Asturias (ZALIA) exigen un planteamiento mucho más ambicioso y orientado a que El Musel se convierta en entrada y salida de las mercancías de Castilla y León, la mayor región europea y comunidad que forma parte del «hinterland» (espacio de influencia) de la dársena del Principado.

El estudio «El Puerto de Gijón. Análisis e impacto económico sobre la economía asturiana (1995-2005)», presentado el pasado miércoles en Paraninfo de la Laboral, muestra que El Musel supone el 11,17 del VAB (valor añadido bruto) asturiano, además de ser decisivo para los movimientos de mercancías del tejido empresarial asturiano. La estrategia del presidente de El Musel, Fernando Menéndez Rexach, se dirige a consolidar esa posición, pero también a ampliar los tráficos gijoneses mediante una mayor apertura a la captación de mercancía general (fundamentalmente, contenedores), a la ampliación de los tráficos líquidos (por la regasificadora) y al crecimiento de los de minerales (terminal internacional de transbordo de carbones). Castilla y León es, en ese sentido, fundamental.

La mayoría de los expertos coincide en que El Musel, con una posición central en el Cantábrico y muy bien situado en el Arco Atlántico, debe aspirar a convertirse no sólo en el gran puerto de Asturias, sino en la dársena atlántica de Castilla y León e, incluso, de Madrid.