J. M. CEINOS

En el noveno tomo del coleccionable de LA NUEVA ESPAÑA «Historia de Gijón», que se podrá adquirir el próximo domingo, 28 de marzo, con el periódico del día, se estudia el importantísimo siglo XIX para el crecimiento de la ciudad, en lo relativo a la economía, la cultura, la población y la sociedad, en general. Es, por tanto, el complemento del estudio que sobre la política en Gijón a lo largo del XIX realizó, en el octavo tomo, el historiador Francisco Carantoña Álvarez.

Joaquín Ocampo Suárez-Valdés y Francisco Erice Sevares son los autores de «Economía, cultura, población y sociedad en Gijón en el siglo XIX», un trabajo que se divide en dos partes: en la primera, Joaquín Ocampo, profesor de Historia Económica en la Universidad de Oviedo y miembro del Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII, se ocupa de la economía, mientras que Francisco Erice, profesor titular de Historia Contemporánea en la misma Universidad, hace lo propio con la cultura, la población y la sociedad gijonesas en la segunda parte del tomo.

En lo concerniente a la primera parte, su autor, Joaquín Ocampo, afirma que los dos ejes temáticos y explicativos de interés pueden alinearse en torno a «dos grandes tendencias seculares: la que abarca de 1800 a 1850, de la crisis finisecular a la recuperación con el carbón y las infraestructuras como motor del despegue» y la que va «desde 1850 hasta 1890, con la industrialización y el crecimiento sostenido».

Respecto a la crisis finisecular, Ocampo considera que «en Gijón, como en el resto de Asturias y de España, el nuevo siglo se abre con un escenario sombrío: la quiebra de la Hacienda, la emancipación colonial y la invasión francesa» que terminará en la Guerra de la Independencia. Además, prosigue Joaquín Ocampo, «la "agenda" reformista de Jovellanos queda igualmente cancelada».

Para la recuperación, Gijón, «con 5.000 habitantes en la villa y 10.400 en el concejo, capea mejor el temporal» gracias «a tres puntos de amarre: un núcleo empresarial dinámico y activo, la conclusión de la carretera de Castilla, en 1834, de la carretera Carbonera, en 1838, y, por último, la apertura del ferrocarril Langreo-Gijón, en 1852», sostiene Ocampo, quien añade la importancia de la dársena gijonesa, que «se convierte en el puerto carbonero de Asturias, con todas las externalidades que ello supone».

Respecto a la segunda mitad del siglo, la que Joaquín Ocampo define como de «industrialización y crecimiento sostenido», el profesor de Historia Económica apunta que «en 1847, la villa ya censaba 14.00 habitantes, y 24.000 el concejo» y que «a las fuerzas internas y regionales de crecimiento, se suman los beneficios institucionales asociados a la consolidación de las reformas liberales».

En este sentido, «la "película" del crecimiento económico», afirma Ocampo, se ciñe a las siguientes secuencias: «Los procesos de desamortización agraria franquean el camino hacia una agricultura comercial -se cultiva para vender al mercado, no para subsistir-; en el sector pesquero y conservero, la "dinastía" Alvargonzález pone los primeros pasos de un proceso de modernización que comenzará en las conservas y finalizará con la sustitución de la vela por el vapor; y desde 1880, a las industrias ligeras o de bienes de consumo y a las vinculadas al crecimiento urbano, se sumará un tejido industrial de "nueva planta"», como navieras, tranvías, bancos, seguros... y otras vinculadas «a la segunda revolución industrial: la Compañía Popular de Gas y Electricidad, La Begoñesa, Cifuentes y Compañía, Trefilería Gijonesa, Adaro y Marín o Forjas del Llano».

La secuencia final tiene que ver con la pérdida de los últimos enclaves coloniales en 1898 (Cuba, Puerto Rico y las Filipinas). Será, paradójicamente, beneficioso para Gijón, ya que, comenta Joaquín Ocampo Suárez-Valdés, «el "boom" financiero de 1898-1900, asociado a la repatriación de los capitales indianos, abre un ciclo inversor sin precedentes: el Banco de Gijón, la sociedad Crédito Industrial Gijonés y la Exposición Regional de 1899 constituyen la culminación o punto de llegada de una economía que de vivir del mar y del carbón había pasado a crecer sobre una sólida base fabril que ya nunca volvería a repetirse».