A. R.

«No sólo me he tenido que enfrentar a las consecuencias de mis limitaciones físicas; durante bastante tiempo se cuestionó mi capacidad intelectual, dando lugar a un fuerte sentimiento de frustración y de impotencia ante no pocas situaciones humillantes». El relato de Daniel Rodríguez tiene pasajes de enorme dureza. Pero no los omite. Como tampoco omite el estímulo que siempre halló en sus padres y en su hermana. Una familia que le puso las cosas claras: «La vida no es fácil para nadie, todos tenemos que demostrar nuestra capacidad de superación una y otra vez, y a ti la vida te va a exigir un plus de esfuerzo ante el que no debes rendirte. Usa la inteligencia y la voluntad». Ése, recuerda Daniel, era siempre el argumento. El suyo, con el tiempo, es igual de rotundo: «Sólo hay una vida que vivir, pero muchas formas de vivirla».

Su tesón le llevó, con 15 años, a acabar la EGB y empezar la Secundaria Logse en un centro experimental: la Laboral. Un gran etapa marcada por una angustiosa anécdota: los choques de rodillas contra la cajonera. «La espasticidad, consecuencia de la lesión cerebral, produce mucha rigidez muscular y movimientos involuntarios. En situaciones de inseguridad y tensión, un ruido inesperado me producía un espasmo y mis rodillas chocaban contra la chapa de la cajonera. Me sentía muy incómodo, no sabía controlarme y pasaba las horas en el aula en permanente tensión», cuenta Daniel. De ese sufrimiento ahora sabrán sus compañeros y sus tutores. Como sabrán también que odia la complacencia, la sobreprotección y la integración de boquilla que no se traduce en medidas de apoyo reales. Todas sus teorías sobre la educación integradora se las podrán escuchar en la FNAC, el 8 de mayo, a las 19.00 horas. Y tiene muchas.