Eloy MÉNDEZ

Un círculo rojo señala desde hace meses el primer domingo de mayo en el calendario que María Antonia González tiene en su cocina. «Hay años que se me olvida hasta el aniversario de boda, pero la fiesta del pueblo no me la pierdo por nada del mundo», dice. Por eso ayer vestía su traje de gala y esperaba junto a la iglesia de Jove que el cura abriese las puertas. «Es una misa muy bonita, a veces hasta me emociono», reconoce esta devota de la Santa Cruz, que a media mañana salió en procesión por los caminos que rodean el templo a hombros de cuatro mujeres, tal y como manda la tradición, recuperada hace no mucho gracias al empeño del párroco José Manuel Álvarez.

Jove inauguró a ritmo de voladores, tambor y gaita los festejos anuales del concejo, que irán «in crescendo» a medida que se acerca el verano. «De ahora en adelante va a ser un sin parar», aseguraba horas antes de la eucaristía Antonio Rivas, otro de los habituales a la liturgia de la Santa Cruz y que presume de recorrer Gijón de celebración en celebración. «Esta fiesta es especial porque la gente se siente muy identificada con la imagen que se venera y tiene mucho apego por su parroquia», comentaba como si fuera el cronista oficial del lugar. Y razón no le faltaba a juzgar por el número de fieles que abarrotaron la iglesia.

Sentadas en uno de los últimos bancos, presenciaron el oficio Gina Castro y María Álvarez, que a sus «setenta y pico» han visto renacer una celebración que perdió fuelle durante mucho tiempo. «Nos parece genial que se haya recuperado esta tradición, porque siempre fue uno de los días grandes del vecindario», señalaban poco antes de que comenzara la procesión. Eso «sin perjuicio» de San Blas y San Pedro y San Pablo, las otras citas calientes del año en Jove.

Pero la fiesta no es patrimonio exclusivo de los residentes de esta parte de la zona oeste. Es una celebración que atrae también a numerosos visitantes, como Camila Soto, vecina de Langreo, que renueva cada primer domingo de mayo su devoción por la imagen venerada. «Me gusta sobre todo por la fe que demostramos tener todos los que venimos», comentaba. «Y por el sabor asturiano que tiene todo y que da colorido a la procesión», añadía al lado de dos mujeres vestidas con el traje típico regional que precedían a la imagen junto al gaitero y el tamborilero.

Más allá del acto religioso, la jornada de celebraciones continuó con una comida en el restaurante Savannah, a la que acudió casi un centenar de vecinos. «Así nos sentimos todos como si fuéramos una gran familia», señalaba poco antes del almuerzo el sacerdote José Manuel Álvarez, que desde su llegada a la parroquia se propuso devolver a la festividad la importancia «que se merecía» y que siempre tuvo.

Un propósito que, visto lo visto, ha logrado con creces. «Es cierto que la crisis se ha dejado sentir este año, lo que se ha notado a la hora de organizar la comida, pero la fe está al margen de la economía y los fieles siguen acudiendo a la misa con ganas», explicaba, satisfecho de confirmar que el auge de esta fiesta ha vuelto a situar a Jove como la parroquia precursora de los festejos en el concejo.