Ángel CABRANES

«Si te muerde una morena ¿te puedes morir?». La pregunta de los hermanos Juan y Miguel Argüelles no iban dirigidas ayer a su maestro. El Acuario de Gijón se convirtió en improvisada aula para los escolares que optaron por disfrutar de la jornada de descanso con motivo del día del profesor en las instalaciones de Poniente. Los estudiantes de Primaria demostraron ser alumnos aventajados en catalogar los más de 4.000 peces y 500 especies de fauna marina albergados en el recinto gijonés. Los tiburones toro centraron las miradas de los pequeños, quienes también pudieron descubrir el verdadero perfil de «Doli» y «Nemo», sus personajes favoritos de dibujos animados.

«Debe lavarse poco los dientes, por eso es tan venenoso», reflexiona Marina Argüeso, estudiante del colegio San Félix de Candás, mientras contempla un congrio. Daniel Díaz, guía del Acuario, comienza a resolver dudas con la misma rapidez e ingenio que surgen entre los niños. Saciada su curiosidad a cerca de las especies más peligrosas del mar Cantábrico, la visita continúa sin perder vista las vidrieras que les separan de todo un mundo marino.

La aparición del tiburón Elisa detiene en seco su paso. «No es tan fiero como cuentan», advierte el guía, pero el temor del público aumenta cuando ven sumergirse a un submarinista. «Se lo va a comer», murmura el ovetense Pedro Prieto, estudiante de 1º de Primaria en las Ursulinas de Oviedo. Los breves segundos de tensión terminan cuando contemplan como Andrés Loza, buzo del Acuario de Gijón, comienza a alimentar a los escualos con trozos de merluza y caballa. «Ves como al final no pasa nada», comenta Ana Fernández a sus hijos.

Más tranquilos, las carcajadas rompen el silencio cuando ven chocar a una gran tortuga contra el cristal. «Se trata de una especie denominada boba. A veces se desorientan un poco», desvela Daniel Díaz. «Pues no parece que espabile», añade Inmaculada Álvarez, mientras se ríe junto a su hija Marina. «Abuelito, ¿la mía se pondrá así de grande?», consulta el pequeño Pedro a un paciente José Manuel Prieto. «Tiene que comer muches fabes», explica irónico.

La siguiente parada que desata el interés se produce ante la piscina de los peces de la especie cirujano y payaso. «Son como Dory y Nemo», destaca Juan Argüelles. «Además de los nombres técnicos tengo que aprenderme los de las películas de dibujos animados. Hay que explicarlo como un cuento, es como les presta», reconoce a los padres el guía del Acuario.

Un pequeño faro de luz roja situada en la salida de la instalación augura el final del trayecto. «¿Sabéis para qué sirve?», requiere Daniel Díaz a sus espectadores, «Significa que volvemos a la realidad», zanjan los críos como despedida a una clase la mar de divertida.