Para Vassiliou, el «fallo» de Bolonia no está en su concepción, sino en su aplicación. «En algunos países no se consultó a los profesores, a los alumnos ni a los representantes de la sociedad», admite, una situación que generó «dudas y descontento», pero que según la Comisaría está «en vías de solución». En la declaración de Viena, entre encendidas protestas de estudiantes, los responsables europeos de Educación reconocieron haber cometido «errores». «En la medida de lo posible se van a solucionar», adelanta Vassiliou. «España va más lenta en su adaptación a Bolonia que otros países europeos, puede y debe aprender de ellos», añade.

Estos cambios podrían materializarse en los siguientes niveles de la «escala Bolonia». Tras la reforma de los grados esperan los másteres, y detrás, el doctorado y la carrera investigadora, un área en la que la Universidad debe, según los expertos, potenciar sus fortalezas. Para eso nació el proyecto del Campus de Excelencia Internacional (CEI), que ha sido capaz de sacar a las instituciones de educación superior del letargo.

A grandes rasgos, éste es el panorama que se encontrarán quienes dentro de poco más de un mes se enfrentarán a la temida selectividad. Ellos serán los conejillos de indias para el nuevo modelo de Prueba de Acceso a la Universidad (PAU), con dos fases y más orientado a las carreras que se quieran estudiar. Entre ellos, Teresa Sanz, una estudiante ovetense de Bachillerato empeñada en ser enfermera. «Y está difícil», asegura, «más, ahora, que desde la Formación Profesional (FP) van a llegar a la Universidad casi sin restricciones y sin pasar por la PAU», critica.

El caso de Teresa sirve para ejemplificar cómo se sienten otros estudiantes con su mismo objetivo. Conseguir una de las 360 plazas que la Universidad de Oviedo oferta para los estudios más demandados, las Ciencias de la Salud, y entre ellos, Medicina, Enfermería y Fisioterapia. Después de dos años de Bachillerato «y de mucha lucha con las Matemáticas y la Física», Teresa no puede evitar ver «como una amenaza» a quienes llegarán a la Universidad desde FP y sin selectividad. «Puede que todo lo que me he esforzado, en el último minuto, no sirva para nada», reconoce.

Antes de ese último minuto a Teresa le quedan al menos seis exámenes, sin contar los del instituto. Cuatro, para superar la fase general de la PAU, que da acceso a la Universidad. Otros dos, para mejorar su nota en la fase específica -en la que deberá examinarse al menos de dos asignaturas de su opción de Bachillerato-, que será esencial para conseguir la admisión en estudios con límite de plazas. Las asignaturas que elija para esta segunda parte dependerán tanto de la importancia que la Universidad da a cada materia como de sus posibilidades a la hora de hacer «un buen examen, algo con lo que aunque no entre pueda sentirme satisfecha».

Los estudiantes serán, junto a sus profesores, los verdaderos responsables del triunfo o del fracaso de Bolonia. «Los cambios metodológicos centran el proceso de aprendizaje en el alumno en lugar de en el docente», explica Paz Suárez. «Que al alumno le interese lo que le estamos contando, que participe y entre en el debate será fundamental», asegura. Nadie quiere defraudar las expectativas que los gobiernos, las universidades y los alumnos y profesores de cuarenta y siete países han puesto en su unión a través de la educación de los jóvenes europeos.

«Bolonia nació porque Europa se dio cuenta de que jamás podría competir seriamente con Estados Unidos o Japón sin una sociedad basada en el conocimiento», expone el representante de los rectores. «Una educación superior basada en el principio de reconocimiento mutuo sí será capaz de hacer de Europa un espacio económico, cívico y cultural único», vaticina. A pesar de la desorientación y los problemas, «así avanzaremos en una dirección muy distinta, y mejor», sentencia.