Eloy MÉNDEZ

Los mayores de Contrueces fueron ayer fieles a si mismos y se divirtieron a la manera tradicional. Es decir, dando de lado al botellón y la música discotequera y poniendo en alza el valor del vino español y una buena orquesta de pueblo. De esta forma, los miembros del Hogar del Pensionista del barrio despertaron al personal para festejar su Día del Socio, que congregó a decenas de jubilados con ganas de olvidarse de todo por un día. Ni la anunciada congelación de las pensiones por parte del Gobierno hizo mella en el ánimo de los integrantes de este colectivo, uno de los más importantes y numerosos de estas características en el concejo.

Los socios del Hogar «la empezaron a montar» nada más dejaron a sus nietos en el colegio. A las diez de la mañana, un pasacalles con gaitas y tambores hizo retumbar las principales calles del barrio, como si se anunciase a bombo y platillo una típica romería en la zona rural. Así, quisieron transmitir a todos los vecinos de Contrueces que ayer tocaba divertirse y les invitaron a unirse a la fiesta, que discurrió poco después en las instalaciones de esta especie de club para los que peinan canas.

«Aquí nadie para en todo el día», aseguraba uno de los organizadores poco después de las tres y media, justo cuando empezaba el reparto del bollu preñau y de de la botella de vino, sin duda el acto más multitudinario de toda la jornada. «A lo gratis nadie dice que no», apuntaba el mismo socio. Cuando se acabó el pan con chorizo y casi toda la bebida, llegó el turno del plato fuerte de las celebraciones: el campeonato de petanca y la actuación del grupo musical «J&M» que interpretó los hits musicales de las últimas seis décadas.

Todavía hubo tiempo para tomar un temtempié a media tarde y para entregar los premios de varios campeonatos. Y, como hizo buen tiempo, la animación no faltó en el patio hasta bien entrada la tarde. Incluso algunos prolongaron la fiesta de noche tanto en el Hogar como en varios establecimientos hosteleros de las proximidades. En total, fueron más de doce horas de intensa actividad para reivindicar que las ganas continúan con el pasar de los años. Más de doce horas de convivencia que demostraron que el espíritu juvenil perdura en el tiempo mientras queden ganas para mover el esqueleto, hacer algo de ejercicio y, por qué no, echarse alguna canita al aire.