R. V.

«Profe, para nosotros el premio Príncipe de Asturias que somos los que más basura tenemos en la bolsa». Entre risas los pequeños Diego Miguel Roque y David García Ardura hacían oficial su petición de un reconocimiento público sobre el arenal del Arbeyal mientras mostraban llena a reventar la bolsa que, unos minutos antes, les habían donado los voluntarios de la Fundación Surfrider en el marco de una acción de concienciación sobre la limpieza del litoral europeo integrada dentro de la campaña Iniciativas Océnicas. Pero en el éxito de Diego y David había truco.

Estos dos escolares de quinto curso del colegio Federico García Lorca habían conseguido ser los mejores operarios de limpieza de la playa del Arbeyal gracias a la colaboración de unos habituales del arenal que les habían donado para la ocasión desde botellas de plástico para bebidas a cubos de envasado de pinturas. A su lado, sus compañeros Oscar Canal y Alejandro Lete les miraban con recelo. Ellos, junto a otras decenas de alumnos de los cercanos colegios García Lorca y Miguel de Cervantes, se patearon la primera línea de playa del Arbeyal sin encontrar más que latas de bebidas, troncos, palitos de plástico de bastoncillos para los oídos y muchas muchas muchas colillas de cigarrillos.

«Mira cuantos cigarrillos tenemos. Y algunas hojas», explicaban Luis García y Vasile George, alumnos del vecino colegio de Miguel de Cervantes, mostrando los primeros frutos de su trabajo de recolección de basura. Los pequeños -once años y medio el primero y diez para cumplir once en julio el segundo, como dejaron bien claro- habían comenzado las labores de inspección sobre las rocas que separan la playa del paseo que rodea las instalaciones del club Santa Olaya. A su lado, los más madrugadores bañistas del Arbeyal miraban con una sonrisa en los labios el ir y venir de los pequeños recogiendo basura con sus bolsas al aire.

«¿Los cangrejos muertos valen?», preguntaban a sus compañeros José Luis Castillo de Silva, Victor Granja y Aitor Nozal. «No, no valen», aseguraba Sara Paya. Aunque ante la duda, los pequeños cangrejos se fueron para la saca. Al fin y al cabo los voluntarios de la Fundación Surfrider presentes en la actividad medioambiental de La Calzada sólo habían pedido que se respetaran «las cosas naturales. Dejamos las algas sobre la arena y también dejamos a las personas que están tomando el sol». «Queremos que sepan que el 80% de las cosas que se encuentran aquí no las deja el mar. Son lo que nosotros tiramos por la calle, acaban en el mar y luego vuelven a la playa», indicaban Cristina Barreaux y Marion Cabridens, recién llegadas de Biarritz.

Esta actividad medioambiental se incluyó dentro de la programación alternativa del Día Marítimo Europeo graicas al impulso de la sección europea de esta organización internacional nacida en Estados Unidos con el objetivo de proteger la costa y los océanos. El Ayuntamiento se unió al proyecto educativo a través de Emulsa, cuya presidenta, la concejala Dulce Gallego, se pasó por la playa para ver los trabajos de sus singulares operarios de la mañana. «La verdad es que nuestra mayor colaboración ha sido dejar de limpiar la playa durante unos días para que tuvieran algo que encontrar», sentenció entre risas la concejala.