A. RUBIERA

«Nos vemos dentro de 25 años». Soledad García, directora del colegio Clarín, convocó esta semana a sus compañeros, antiguos profesores, alumnos y familias, a volver al centro escolar de la zona de Las Mestas en el año 2035, cuando se cumpla su cincuenta aniversario de su apertura de aulas. Expresó su deseo como colofón de la fiesta de aniversario por los 25 años transcurridos en el Clarín y tiene la confianza de que muchos le harán caso, aunque sólo sea por la curiosidad de poder leer algunos de los mensajes que los alumnos y el claustro del colegio han dejado escritos y enterrados en una «cápsula del tiempo».

Periódicos del día, una revista de moda, otra de decoración, fotografías de cada tutoría del curso 2009-10, y los citados escritos de los profesores y los alumnos están desde el jueves enterrados en una caja hermética, en una celda del jardín del Clarín. «Otros colegios plantan árboles pero nosotros como de eso vamos sobrados, optamos por algo más original», explicaba la directora.

Marta González, de 9 años, desveló su mensaje para las generaciones futuras: «Espero que el colegio no cambie desde que yo lo ví»; Susana Ortiz, de 10 años, tampoco tuvo reparos en contar que a los niños del futuro ella les desea «los mejores estudios». Al lado de ambas un compañero, León Vázquez, de 9 años, hacía esfuerzos por recordar, pero nada. «Ya no me acuerdo qué dejé escrito...», lamentaba el escolar.

La «cápsula del tiempo» fue sólo la anécdota de una celebración que sirvió para recordar los 25 años transcurridos desde que el Clarín abrió sus puertas «como un centro de EGB, para dar apoyo a una zona que estaba saturadísima de niños». Su primer director, José Antonio Manso, no se perdió la cita, como tampoco otros directores de un centro por el que en estos años han pasado Manuel Muruáis (luego concejal de Educación del Ayuntamiento), Tere Vara, Manuel Arango, Juana García, Juan Chasco y Soledad García. «Algunos duramos más que algunos gobiernos», reía Chasco. Sus anécdotas competían con las que contaron Pablo Argüelles y Alberto Allende, de una promoción de los años 80. «Llegué con 6 años, de la mano de mi madre, en un día terrible de niebla. La profe, Marisa, me cogió de la mano y me dijo: "las madres se quedan ahí". El trauma no se me pasó en varias horas», contó Alberto. Pero en la fiesta de aniversario de aquellos traumas no quedaba nada, sólo mucha gratitud porque «este es un cole guapísimo donde se trabaja muy bien», se oía.