A nadie le gustan las despedidas. Son tragos amargos, que secan la garganta y a menudo humedecen los ojos. Mucho más cuando la que queda atrás es tu casa. Tras doce años en Mareo, Pedro Santa Cecilia García (Gijón, 10-3-84) le dijo adiós al Sporting con la hombría que adquirió en la escuela de fútbol, la elegancia suficiente para hacer la vista gorda e ignorar algunos menosprecios y la gratitud para todos aquellos que le ayudaron a cumplir su sueño de jugar en el club de su vida. Ya se sabe que en Gijón, donde la palabra cantera llena tantas bocas, no hay mejor futbolista que el que viene de fuera. Pedro nació en Cabueñes, siempre vivió en El Llano y llegó a Mareo con escala en los Jesuitas. Lo tenía todo, por tanto, para vivir en la incomprensión.

Poco importa que haya sentido los colores del Sporting como nadie, que su padre acabe de cumplir 43 años como socio rojiblanco y que del corcho en el que amontona sus recuerdos cuelgue una foto que se hizo sobre el césped de El Molinón con Eloy Olaya -otro producto de la cantera del Inmaculada- cuando sólo tenía cuatro años. Pedro Santa Cecilia ha sido siempre un blanco fácil para la frustración de una grada que se mostraba mucho más paciente con los futbolistas llegados de otras latitudes.

Atrás quedan unas cifras más que respetables. 91 partidos oficiales con el primer equipo del Sporting, 85 de ellos de Liga y 23 de estos en Primera División. También ha marcado cuatro goles, ninguno de ellos en El Molinón y ésa es la mayor espina que se lleva clavada en su corazón rojiblanco. Con esos números no le será difícil encontrar un buen destino desde donde seguirá haciendo proselitismo y ganando adeptos para la causa del Sporting.

Pedro Santa Cecilia es el hijo mayor del matrimonio que forman el funcionario de la DGT Pedro y la empleada de Promociones Moro Oliva. Los dos mantienen sus puestos de trabajo y siguen residiendo en el mismo piso de la calle Río de Oro. La familia la completa una hermana de 19 años que estudia diseño de moda en Madrid.

Eso es algo que tiene en común con Pedro, la pasión por la moda. El de El Llano hace estragos entre la población femenina de la villa, siempre impecable, siempre a la última. El producto se mira pero no se toca, porque Pedro tiene una relación estable desde hace años con Patri, novia con la que vive en el piso que el futbolista se ha comprado en Viesques. Ella estudia un módulo de higienista bucal. Pedro cursa segundo de empresariales, aunque se lo está tomando con calma.

En cuanto alcanzó la edad escolar, Pedro fue matriculado en el Colegio de la Inmaculada, en cuyo patio dio sus primeras patadas al balón. Jugó siete años en el equipo del Colegio, tres en pista y cuatro en campo. De esta época le ha quedado una formación religiosa. Pedro se confiesa creyente, aunque no practica demasiado.

Desde el patio de los Jesuitas llamó la atención de los técnicos de Mareo, donde llegó con trece años en su primer curso como cadete. Ese mismo verano disputo el Torneo Nike, cuya final regional se celebró en El Molinón ante el Oviedo. Pedro, que por entonces jugaba como delantero, llegó, vio y venció. El de El Llano firmó los dos goles que clasificaron al Sporting para la fase nacional, que se disputó en Barcelona y donde se vieron las caras con los proyectos de los enormes futbolistas que hoy son Iniesta y Torres.

Ésa fue su primera gran alegría como rojiblanco. Hubo muchas más. Otra de las más sonadas llegó cuando ayudó al equipo cadete a conquistar el primer título nacional del Sporting. Aquel equipo que dirigía Pole contaba con futbolistas del nivel de Pedro, Jorge, Alejandro o Javi Fuego. Fue entonces cuando dio su primer paso atrás. Pole se dio cuenta de que este chico era más útil pegado a banda y llegando desde atrás y lo situó como interior izquierdo a pierna cambiada. Sería Pepe Acebal, ya en el filial, quien situó definitivamente a Pedro junto en la banda derecha. En su último año en el Sporting B el interior de El Llano firmó 14 goles -sin tirar penaltis- y los técnicos de Mareo decidieron que ya estaba maduro para dar el salto al primer equipo. El caprichoso azar quiso que firmase su primer contracto en el Sporting con el entonces secretario técnico, Eloy Olaya. Pedro no se atrevió a llevar la foto que se habían hecho juntos varios años antes.

Como al resto de su generación, el encargado de hacerlo debutar fue Ciriaco Cano, que le dio veinte minutos en un partido inolvidable para él en Huelva. Pedro sustituyó a Pablo Álvarez, en un anticipo de lo que más tarde sería un relevo natural. Su consolidación en el primer equipo llegó de la mano de Preciado, que siempre supo ver en este futbolista lo que los cortos de miras eran incapaces de apreciar. Fue una parte importante del equipo que consiguió el ascenso y su padre se llenó de orgullo al ver a su hijo entrar en la historia del Sporting.

Pedro aportaba una entrega sin límites y un amor a la camiseta como pocos en el vestuario. Poco a poco tuvo que ir adaptando su juego. La velocidad resultó escasa para el fútbol profesional y Pedro se convirtió en un diesel. Sus apariciones en el área rival se fueron espaciando, pero fue lo bastante listo para convertirse en un especialista a balón parado. Ironías de la vida. A pesar de ser reconocido como el futbolista que mejor golpea el balón del equipo, Pedro se marcha del Sporting sin haber lanzado un solo libre directo. Su buena educación y su concepto de la disciplina de club, le impidieron entrar en las batallas en que se enfrascaron otros lanzadores.

Así es Pedro Santa Cecilia. Incapaz de alzar la voz, de crear problemas que puedan perjudicar al grupo, aún en las peores situaciones. Entre los muchos buenos recuerdos que se lleva del Sporting, nunca citará esta última temporada. La costumbre de Preciado de desplazar a más futbolistas de los permitidos, hizo al gijonés conocer multitud de palcos al ser descartado a última hora. Cualquiera en su situación hubiera alzado la voz ante esta falta de tacto. Y más cuando se es uno de los capitanes del equipo. Porque Pedro nunca podrá olvidar el día en que por primera vez se colocó en torno al bíceps el brazalete de capitán del Sporting. Un sueño cumplido para un chaval de El Llano que siempre quiso ser futbolista y vestir de rojiblanco.