A destacados dirigentes socialistas gijoneses tampoco les hizo gracia que el arzobispo Sanz Montes se despachara contra Zapatero el desnortado, pero aguantaron el tipo. Algunos incluso reconocen bajo cuerda que el Gobierno va a perder el norte -e incluso el sur andaluz- si persiste en su empeño de legislar contra las clases menos pudientes, que son las que están pagando el pato de la crisis. Pero tampoco lo dicen, por la cuenta que les tiene. Volvemos al eterno debate de «al césar lo que es del césar», como si las cosas de la res pública les fueran ajenas a los que gobiernan el rebaño de Dios. Si para opinar de política, como pide Lastra, el Arzobispo tiene que pasar por unas elecciones, que pasen también los sindicatos por el mismo aro o que se callen. No se trata de arrastrar los huevos por la calle sino de levantar la cabeza y de remar todos en dirección al mismo puerto, en lugar de pasar los días sacudiéndonos unos a otros con el remo en la cabeza. Malo el Gobierno de palos de ciego y mala la oposición que aventa la llama sobre la pira del cadáver, con el único afán de ocupar el trono del rey caído.