Esta exposición, de más de 140 fotografías, está patrocinada por la Fundación Mapfre. Es la obra de la fotógrafa Dayanita Singh (Nueva Delhi, 1961), formada en la India y en Estados Unidos, considerada con una cámara en la mano como una artista de las mejores del mundo.

Hoy en día, con la explosión digital, todo el mundo hace fotos, función incorporada a los teléfonos móviles, sin ir más lejos. Cuando la gente ve una buena fotografía, dice «vaya cámara buena que tienes». Lo que viene a significar que una foto la hace cualquiera y las buenas fotos nacen de cámaras muy caras. O sea, la gente no piensa en el ojo que mira y aísla un trozo de mundo, convirtiendo ese encuadre en una obra de arte mediante la composición y la luz. Tal es la esencia de la fotografía. La cámara es un mero instrumento técnico, como en pintura lo es el lápiz o la acuarela, el óleo o el fresco, la tela de soporte o la madera. Y como tal instrumento tiene sus posibilidades y sus encantos, que el artista conoce y explora.

La exposición de Dayanita Singh tiene un gran encanto. Primero, porque nos muestra una civilización para nosotros casi desconocida. Esto nos obliga a trasladarnos a otros mundos, recordar la historia colonial europea, la presencia de los ingleses desde el siglo XVIII hasta la independencia con Gandhi. Y las relaciones posteriores con Gran Bretaña. Sin embargo, el reclamo publicitario, la foto de una chica adolescente en crisis, puede ser muy europea y ha sido escogida como gancho de atracción. Segundo, porque la autora huye de los lugares comunes de la India, escapa de las imágenes que mueven las agencias de viajes y se ciñe a la vida cotidiana. De modo que asistimos al nacimiento de una visión del mundo, contemplamos la formación de la conciencia de la artista, vemos qué personajes y conflictos provocan su mirada y activan la cámara, sea en la vida de sus amigos o de la gente con la que entra en contacto por su trabajo. Tercero, porque la mayoría de las fotos están en blanco y negro, cosa poco habitual hoy en día y que impone cierto respeto al espectador. Después de tantos años hemos dado en asociar la fotografía artística con el blanco y negro, la nostalgia con el color sepia. Este soporte austero fija la mirada, facilita una atención más intensa. Y cuando vemos el paso de Dayanita al color, en las series finales («Blue Book» 2007 y «Dream Villa» 2007-2008) observamos la depurada selección de paisajes y objetos industriales, el continuo alternar de plano general y detalle. Y cómo la autora se aferra a colores azules y verdes en Blue Book, mientras explora los nocturnos cálidos y sugerentes en Dream Villa.

La Sala 1 del Antiguo Instituto es amplia. La exposición está muy bien distribuida por unidades o colecciones, en el centro la llamada inicial, a la derecha la industria y la noche, a la izquierda los mundos humanos en blanco y negro. El espectador ha de leer y dejarse llevar por las sugerencias, analizando las sensaciones. ¿Quiénes son los eunucos? («Mona», 1981-2001) ¿Cómo consigue la artista que un orfanato respire serenidad? («I am as I am», Benarés, 1999) ¿Qué elementos de la cultura europea vemos en las casas de las familias acomodadas de la India? («Ladies of Calcutta», 1997-1999, «Bombay», 2002) Y cuando nos presentan fotografías de lugares recónditos, invitándonos a explorar nuestros propios recuerdos, entremos al trapo («Go Away Closer», 2007). Ha sido para mí un juego gratificante recordar en estas fotos los pasillos del colegio donde estuve interno de niño, los anaqueles de la farmacia de mi padre en Colombres, el laboratorio donde hacía experimentos con mis alumnos en La Coruña, o el pequeño teatro del gobernador en Guadalajara (México) desde donde vi cuadros de José Clemente Orozco y así sucesivamente.