Eloy MÉNDEZ

Modesto Conde y Floreal Vega se cansaron hace diez años de la desidia de las administraciones hacia los emigrantes retornados a España. «Nadie nos sabía decir ni siquiera qué teníamos que hacer para validar el carnet de conducir cuando volvíamos al país», explican. Por eso, junto con un reducido grupo de asturianos recién llegados de Alemania, fundaron una asociación regional para integrar y atender las necesidades de todos los que un día pusieron tierra de por medio con su hogar, en busca de mejores perspectivas laborales o mayor libertad política. Ayer, los miembros de AEERA les rindieron homenaje junto a Lucinda Sanchidrián, voluntaria del colectivo cinco años, para agradecerles su determinación en favor de «todos los que un día se fueron para después regresar, pagando por el camino el precio del desarraigo».

De idas y vueltas saben mucho los tres «veteranos» que recibieron el aplauso, el cariño y varios obsequios simbólicos de sus compañeros. Conde y Vega regresaron a principios de los noventa de la ciudad renana de Ahlen Westfalen, una pequeña localidad donde se dejaron más de media vida laboral entre las bañeras, los radiadores y las ollas de las fábricas en las que trabajaron. «Cuando regresamos a España nos dimos cuenta de que aquí no se reconocía a los emigrantes que un día lo dejaron todo, se nos consideraba una especie de crápulas», se lamentaba ayer Vega, natural de Siero. Por eso, se pusieron manos a la obra y sacaron adelante la Asociación de Emigrantes Retornados Españoles de Asturias.

En aquel proceso pesó mucho la buena relación de los dos, protagonistas en la década de los setenta de la fundación de una asamblea de UGT y Juventudes Socialistas en territorio teutón. «Nunca nos sentimos mal entre los alemanes, pero la emigración es una experiencia que nadie quiere», decía ayer Conde, gijonés que se pasó también más de una década en Argentina a mediados del siglo pasado. Más crítica con esa experiencia se mostró la otra homenajeada, Lucinda Sanchidrián. Llegó sola a Alemania poco después de cumplir siete años y reconoce que «aquello no tenía nada que ver con el país idealizado que me había descrito mi padre», encarcelado por el regimen franquista tras la Guerra Civil. «Los alemanes son un pueblo que no tuvo imperio, que no está acostumbrado a la convivencia con otras culturas, no te hacen sentir como una más», señaló con voz autorizada tras 42 años de estancia y tres décadas como trabajadora social en el país.

Precisamente esa «sensación de no pertenecer a ninguna parte» es lo que ayer intentaron recompensar los integrantes de AEERA. «Nos habéis dejado muy claro el camino a seguir», les dijo la presidenta Pilar Burgo a los tres homenajeados durante un acto que tuvo lugar en el Centro Municipal Integrado de El Llano ante más de medio centenar de felices retornados a casa.