C. JIMÉNEZ

Rafael Rosillo Camblor comenzó a invertir en Bolsa a los 16 años. Dos años después, cuando todo apuntaba a que la Economía sería el arranque de su carrera profesional, optó por la ingeniería informática para forjar su futuro. Y recién finalizados los estudios en la Escuela Politécnica del campus, ha completado una aplicación informática que convierte a las computadoras en máquinas capaces de especular como el mejor «broker». Ese trabajo de generación automática de toma de decisiones bursátiles le valió el premio de la empresa Asturiana de Zinc (Azsa) para la promoción de jóvenes investigadores.

Rosillo, natural de La Cerezal, en Sotrondio, completará su proyecto a partir del próximo mes de octubre, y durante seis meses en la Liverpool Business School, una de las escuelas de negocios más prestigiosas a escala internacional donde se desarrollarán numerosas investigaciones en el ámbito de las finanzas y en el diseño de nuevos modelos de predicción y desarrollo de sistemas de soporte de decisiones de ámbito financiero. Allí forjará ahora su carrera.

Su objetivo, explica el joven, es lograr un sistema que reconozca patrones para que el inversor tenga la información necesaria antes de realizar una inversión. Quede claro «que nadie va a hacerse rico», advierte Rosillo, quien a sus 25 años es todo un experto en el sector bancario. «Con 16 años, mirando las páginas del teletexto invertí los primeros ahorros», cuenta. El orgullo del premio es doble porque a la oportunidad de ampliar su formación en uno de los centros más valorados en el ámbito de las financias suma el reconocimiento de haberse alzado con el premio de la multinacional asturiana en su primera edición, en un intento por crear nuevos equipos de investigación en áreas emergentes.

Actualmente, el joven cursa estudios de doctorado a caballo entre los departamentos que han marcado su trayectoria profesional más reciente: Administración y Dirección de Empresas (bajo la tutela de David de la Fuente) e Informática (apoyado por el profesor José Antonio López Brugos). El galardonado ha demostrado ser a lo largo de toda su trayectoria académica no sólo un excelente alumno, sino también un joven con inquietudes. A mitad de los estudios, intentó compatibilizar trabajo y clases con una breve estancia en la empresa Informática El Corte Inglés, aunque su interés por la investigación le llevó a «encerrarse» de nuevo en las aulas de Viesques. Desde Gijón desarrolló también una intensa labor como representante estudiantil, etapa que recuerda con satisfacción pese a las dificultades del alumnado para hacerse oír ante las autoridades académicas.

Su meta más inmediata es intentar aprender a usar las técnicas de inteligencia artificial para ofrecer un servicio a los pequeños inversores. En épocas de crisis, dice Rosillo, ha podido comprobar que la aplicación de esta herramienta informática no es la salvación, pero «sí evita perder mucho dinero». Añade que es imposible «acertar al cien por cien, pero sí se pueden comparar situaciones y predecir otras nuevas». Un sector que está, a su juicio, muy poco estudiado en el mercado español y que podría suponer una herramienta de ayuda importante para los que, como él, deciden invertir pequeñas cantidades en Bolsa. «Las grandes empresas disponen ya de otras herramientas», explica.

La aplicación de la inteligencia artificial en el análisis bursátil consiste básicamente en, partiendo del momento actual e histórico de una cotización de índices, valores o divisas, prever los diversos comportamientos de la cotización en función del escenario bursátil de ese momento. Se realiza a través de gráficas y análisis técnicos y se ha convertido en una nueva aplicación de la informática al ámbito de la economía. Lo más vanguardista son las máquinas de soporte vectorial, sistema con el que pretende experimentar durante su estancia en Liverpool.

El joven, que no teme a ningún desafío que se le ponga por delante en la aplicación de las nuevas tecnologías al mundo de las finanzas, confía en que la nueva ley de Ciencia y Tecnología garantice el apoyo a la I+D. «Si otros apuestan por ello están a la vanguardia, hay que copiar de los mejores», concluye.