A. RUBIERA

Cabueñes acaba de fichar a una promesa de la cirugía maxilofacial. Y no tuvo que buscar muy lejos. Pablo Rosado Rodríguez, gijonés de 29 años, ex alumno del Corazón de María y licenciado en Medicina por la Universidad de Oviedo, acabó en mayo la especialidad en el HUCA y no habían pasado ni dos días cuando ingresaba en uno de los servicios más jóvenes creados en el hospital gijonés, hace sólo siete años.

A la ilusión propia del momento, este alumno aventajado del doctor Juan Carlos de Vicente, catedrático de Cirugía Maxilofacial en Oviedo, suma el hecho de que llega a Cabueñes con galones en la pechera. Hace apenas unas semanas, en Pamplona, en la reunión anual de la especialidad, la Sociedad Española de Cirugía Oral y Maxilofacial concedía a Rosado el premio al mejor currículo aportado por un MIR al final de su formación. Un premio que se sustenta y con el que se reconoce la labor científica, formativa y las publicaciones en revistas nacionales e internacionales que en cinco años llegó a acumular Rosado, quien no deja pasar el momento sin advertir que el suyo es un reconocimiento compartido ex aequo con otra médica del madrileño Hospital de La Princesa. A esas publicaciones y ese currículo contribuyó la tesis que está a las puertas de acabar y presentar sobre la biología molecular en el cáncer de boca.

Pablo Rosado aún despliega una gran sonrisa cuando le hablan del premio. «Es un reconocimiento que hace mucha ilusión y que me anima mucho para empezar esta nueva etapa en el Hospital de Cabueñes, que ya de por sí es muy motivadora. Me gusta mucho esta especialidad y estar aquí es un reto. Quiero aportar mi grano de arena para que el servicio vaya adelante y para que, entre todos, se mejoren los tratamientos que podamos ofrecer a los pacientes de esta patología», declara Pablo Rosado. Son pocas las semanas que lleva en Cabueñes, por eso aún considera que está «aterrizando», haciéndose a la consulta y a la actividad en el quirófano ambulatorio. Pero sabe que no tardando mucho llegará el momento en que sea él quien lidere, ya sin ayudas, una intervención en quirófano. Alguna cavidad bucal, un cuello o una cara estará esperando su pericia en una intervención mayor. Entonces su aspecto aniñado lo suplirá con el aplomo que lo caracteriza y, como él dice, lo enterrará en «enorme ilusión».

«Cuando pienso en ese momento fuerte del quirófano siempre creo que pueden más la ilusión y las ganas de hacer algo bueno por los pacientes que el miedo a verme demasiado inexperto», sostiene un médico que ya ha empezado a tomarle el pulso a la realidad del hospital gijonés. Y lo tiene claro: «Aquí hay mucho trabajo, mucha población asignada y mucho que hacer. Pero el tamaño y la organización ayudan más que en otros centros mucho más grandes».