R. VALLE

«Yo soy Santiago Martínez Argüelles, pero me llaman Santi». El edil de Hacienda y Coordinación Administrativa del Ayuntamiento de Gijón se presentaba así hace unos días a los asistentes al acto de inauguración de la nueva sede de la Fundación Secretariado Gitano en La Calzada. Simplemente, Santi. Dos sílabas que optan a pasar al libro de la historia de la ciudad a renglón seguido de las de Mapi y Tini, otras sendas dos sílabas que han conformado el nombre de proximidad y afecto con los que siempre han reconocido muchos gijoneses a Paz Fernández Felgueroso y Vicente Álvarez Areces, los últimos alcaldes de la ciudad. Y es que -si el tiempo, las primarias de su partido en septiembre o la decisión de los gijoneses en las urnas a mediados del año que viene no lo impiden- Santiago Martínez Argüelles, Santi, puede convertirse en el cuarto alcalde socialista de Gijón. Ése es, por lo menos, el reto al que ahora se enfrenta.

Santi nunca ha ocultado el halago que le suponía poder ser alcalde de la ciudad que le vio nacer el 11 de mayo de 1967, y desde el PSOE siempre se tuvo en mente la opción de que Santiago Martínez Argüelles fuera un «alcaldable» de nueva generación. De hecho, hay quien piensa que este mandato estaba diseñado desde un principio para que el edil, en su papel de alumno aventajado, aprendiera a ser alcalde a la vera de una Paz Fernández Felgueroso que tenía más claro que otros que con tres mandatos bastaba. Y por eso, aunque en la candidatura socialista de 2007 ocupaba un modesto undécimo puesto, a la hora de pisar la Casa Consistorial el integrante del equipo de los novatos del gobierno socialista se hizo con las áreas de Hacienda y Coordinación Administrativa, que es hacerse con los dineros del arca municipal y las llaves de todo el Ayuntamiento.

A ello sumó la secretaría de la Junta de Gobierno, que supone tener todo Gijón en la cabeza, y la presidencia de la Empresa Municipal de Transportes Urbanos (Emtusa). Aun más. El año pasado ocupó el sillón de la vicepresidencia de la Caja, que dejaba vacante Felgueroso por jubilación, y desde hace un tiempo sus viajes a Madrid para reuniones de la Federación Española de Municipios y Provincias (FEMP) empiezan a ser tan numerosos como los de la regidora.

Porque ser uno de los nuevos en este mandato municipal no significa que Santi sea un novato. Militante del PSOE gijonés desde 1985, fue concejal entre el 15 de junio de 1991 y el 12 de marzo de 1993, llevando el área de Juventud en el segundo gobierno de Areces. Martínez Argüelles decidió abandonar la política activa para centrarse en su carrera universitaria de licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales y doctor en Economía por la Universidad de Oviedo, y se marchó con una beca de la Fundación Banco Herrero a la Universidad de Stratchly (Reino Unido). A la vuelta, siguió volcándose en el mundo universitario hasta ocupar, a partir del año 2000, el cargo de vicerrector. Primero de Planificación y Coordinación y luego de Relaciones Institucionales, Coordinación y Comunicación.

Su relación con el PSOE es tan intensa que atañe tanto a sus creencias ideológicas como a su trabajo y a su familia. El político, con raíces en la gijonesa parroquia de Serín y la carreñense de Ambás, está casado con Carmen Sanjurjo, integrante del «clan de los Sanjurjo» en el socialismo local y, ahora mismo, senadora del Reino. El matrimonio tiene dos hijos, Ana y José, que comparten con su padre la pasión sportinguista, aunque, a la hora de practicar deporte, la chica ha optado por el piragüismo y el pequeño por el balonmano. Su matrimonio le convierte en cuñado, como se encargan de recordar una y otra vez los líderes del PP, de Pedro Sanjurjo y María José Ramos, concejal de Urbanismo del Ayuntamiento de Gijón y consejera de la Presidencia del Principado de Asturias.

A partir de ahora, Santiago Martínez Argüelles tiene un año para rentabilizar éxitos y minimizar errores. El orgullo de poder presentarse como el artífice de la ansiada reforma de El Molinón choca en estos momentos con sus conflictos con los funcionarios municipales, a los que acaba de recortar el sueldo por orden de Zapatero y que le tienen empapelado el Ayuntamiento con billetes de «100 santiaguinos». El reconocimiento a su idea de que los niños viajen gratis en los autobuses públicos se oscurece con las protestas de los vecinos de la zona rural, a los que eliminó una serie de rutas de transporte por falta de uso. Y su apuesta personal por renovar completamente las relaciones de los ciudadanos con el Ayuntamiento a través de las nuevas tecnologías no hace olvidar, a quien no tiene ordenador, que fue el concejal del «catastrazo» del IBI. Y sobre todo, tiene un año para conseguir el milagro de los panes y los peces: hacer que Gijón siga avanzando en dotaciones, equipamientos y obras con un presupuesto menguado por la crisis económica.