Pablo TUÑÓN

El mesías de las plantas nació en Gijón hace 38 años. Allí donde haya una especie al borde de la desaparición, siempre estará él dispuesto a salvarla. Se llama Carlos Magdalena, trabaja como conservador en los Jardines Reales (Royal Botanic Gardens) de Kew, en Londres, y alcanzó la fama como salvador del «Nymphaea thermarum», una especie de nenúfar de reducido tamaño y origen africano. Pero sus logros no se quedaron ahí y sus manos se han convertido en la última esperanza para la supervivencia de muchos especímenes vegetales en peligro de extinción.

La «Nymphaea thermarum» fue descubierta por un alemán en 1987 en una zona muy pequeña del suroeste de Ruanda. En ese momento parecía ser que sólo existía allí por las peculiares características de su hábitat. Se intentó buscar en otros lugares similares, pero no se encontró. «Se dieron cuenta de que era una especie bastante amenazada al estar localizada en unos pocos metros cuadrados y decidieron trasplantarla de la naturaleza al Jardín Botánico de Bonn», narra Carlos Magdalena. Sin embargo, el espécimen, aunque sobrevivió durante dos décadas en Alemania, no se reprodujo. «Las semillas germinaban, pero las plantas que salían eran muy débiles y no llegaban a nada», explica Magdalena.

Fue entonces cuando este caso llegó a sus oídos y el horticultor gijonés comenzó a labrarse una importante fama internacional al conseguir su reproducción. «Me mandaron semillas de Alemania, hice bastantes pruebas y conseguí hacerlas crecer», cuenta Magdalena. Su logro corrió como la espuma, ya que, cuando publicó el resultado de sus experimentos, se encontró con que la zona de procedencia de la planta en Ruanda había sido drenada. Había salvado in extremis a un espécimen muy peculiar.

La «Nymphaea thermarum» es la única especie de nenúfar que se conoce que se desarrolla fuera del agua y, además, el tamaño de sus hojas es muy pequeño. «Esta planta crece en una fuente termal, el agua sale del suelo y se esparce hacia los lados y humedece la zona donde se desarrolla», explica Magdalena. Ahora esta especie, a la que el horticultor bautiza como «el nenúfar pigmeo termal», florece en los jardines londinenses de Kew y en el botánico de Bonn gracias a las mañosas manos del gijonés.

Pero esta historia no fue más que el comienzo de una trayectoria de todo un explorador botánico. Los pocos habitantes de Isla Rodrigues, en el océano Índico, deben agradecer al gijonés la pervivencia de una especie endémica, la llamada «Café marrón», una pequeña flor blanca de la familia del árbol del café, incluida en la Lista Roja de Especies Amenazadas por la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza, dado su estado «crítico» de desaparición. «Sólo quedaba una planta y llevaba 30 años sin producir semillas. Esto me desilusionó, pero conseguimos sacar semillas y ya hemos devuelto más de 700 ejemplares de esta especie a su país de origen», proclama Magdalena.

Otro de sus periplos le llevó a la República de Mauricio, a la que también pertenece Isla Rodrigues. Allí la situación es crítica, con 180 especies de plantas con menos de 50 especímenes, más de 60 con menos de 10 y unas 30 con uno o dos ejemplares. Incluso el símbolo del país, el pájaro dodo, es un animal extinguido. «Montamos una operación de tres semanas por las islas para buscar las plantas más amenazadas. Rescatamos corriendo el último día todo lo que pudimos: cortamos esquejes, recogimos frutos, empaquetamos ramas en bolsas de plástico. Me metí un vuelo de 17 horas, aterricé en Londres sin dormir y empecé a trabajar para plantar todo durante ocho o nueve horas», explica Magdalena, que asegura que la operación fue «bastante exitosa» con el «85% de lo que traje asegurado».

Este «Indiana Jones» gijonés, que está considerado en Gran Bretaña como una «celebridad de la jardinería» -con presencia incluso en algunos medios de comunicación-, también tiene hueco para colaboraciones menos espectaculares pero siempre interesantes con el Botánico de Gijón, y de su mano ambos jardines, el gijonés y el Royal Botanic Gardens de Kew, podrían llegar a desarrollar un trabajo conjunto. Pero, todo, sin que Magdalena se olvide de sus proyectos conservacionistas internacionales. Ahora, de hecho, planea ahora un viaje a la Australia más despoblada. Allí, varias especies en extinción esperan la llegada del mesías de las plantas, si los aborígenes se lo permiten...