C. JIMÉNEZ

«Mientras podamos pagar las facturas da igual donde trabajemos», dicen los ilustradores españoles que trabajan en Estados Unidos. Algunos como Diego Olmos que estos días participa en el Salón Internacional del Cómic lamentan, pese a vivir del trabajo que les da la industria americana, que se atienda más al marketing que a la calidad de las obras.

«En España el sector está muy mal, mientras podamos vivir del cómic aunque sea fuera, bienvenido sea», apunta un jovencísimo Javier Fernández que entró este mundo «por envidia; mi hermano dibujaba muy bien de pequeño y entré en busca del cariño de mi madre», confiesa, aunque en realidad su primer cómic se lo regaló su hermano durante una convalecencia hospitalaria. «A partir de ahí me empecé a interesar», explica.

Ahora mismo Javier prepara una novela gráfica para EE UU. «No me cierro puertas, si algún día me ofrecieran algo en España claro que me gustaría colaborar aquí. En el mercado americano no eliges, te dan lo que te dan, más a una persona como yo, que está empezando», razona el autor de «Classwarfare» que inició su carrera en la obra colectiva «Un buen hombre».

Olmos apunta una diferencia más con respecto al cómic en Francia, «que es más artesanal» frente al mercado americano «que es como una cadena, una industria donde tienen que salir los números». Al otro lado del charco mandan los superhéroes. «En España no tiene tanta proyección ni tanta venta», agrega Javier Fernández en su diagnóstico sobre la industria del cómic.

Diego lleva diez años realizando trabajos en EE UU y ha decidido darse un respiro. El próximo año publicará en España un libro sobre Goya, orientado a un público más adulto, donde especula sobre las razones que llevaron al aragonés a realizar las «pinturas negras». «He creado una historia ficticia que tiene que ver con el diablo», avanza. El autor de «Batman en Barcelona» reconoce que le gustaría seguir realizando proyectos propios «pero a nivel económico ganas menos que haciendo encargos en EE UU», donde hay más trabajo aunque, con la crisis, «se vende menos, no sabemos qué alcance va a tener esta situación».

De los premios Javier prefiere no hablar: «En el dibujo lo que habla es tu trabajo, puedes tener muchos reconocimientos pero si al editor no le gusta no eres nadie». En cuanto a las técnicas, el joven dibujante acude a los clásicos y no se complica. Lo fundamental es, a su juicio, papel, lápiz y tinta «y el retoque por ordenador, que es apoyo y consuelo muchas veces», añade. «Salvo excepciones los dibujantes todavía seguimos el método tradicional», sostiene.

Reflexionando sobre el futuro más inmediato de la industria del cómic, Olmos y Fernández coinciden en la competencia que representa el videojuego, que también rivaliza con el cine, la televisión y el teatro. «Es y será competencia para todos», coinciden los dos autores. «Es el mercado del ocio que mueve más dinero», confirman ambos que, de nuevo, vuelven la vista hacia Estados Unidos. Entonces Javier realiza un nuevo apunte: «Diego y Rubén del Rincón son gente bastante completa. A mí me dan bastante envidia. Algún día me gustaría ser un poco más autor, como ellos», se confiesa.