Á. CABRANES

El Colegio Cabueñes tuvo ayer unos nuevos y avispados alumnos. El centro escolar, en colaboración con la Asociación Gijonesa de Apicultores (AGA), organizó unas jornadas informativas para descubrir a sus estudiantes la laboriosa tarea de fabricar miel de manera artesana. Zánganos, obreras y una abeja reina, custodiadas todas ellas entre vidrios, visitaron a escolares de Infantil y Primaria, muy sorprendidos por los numerosos artilugios necesarios para que el hombre pueda robarles a estos insectos su preciado dulce dorado.

«Pobres. Encima cuando una te pica se muere», lamenta Sira Lamela, alumna de 4.º de Primaria, mientras observa una colmena repleta de abejas en movimiento encerrada entre dos grandes cristales. A su lado, los clásicos panales creados en troncos, conocidos en Asturias con el nombre de truébanos o casiellos, pasan desapercibidos, como si se tratara de simple material decorativo. «¿Todo esto se necesita para hacer miel?», pregunta Sara Prado mientras observa objetos como ahumadores, alzacuadros, un cazapolen y hasta un gran caldero de acero que ejerce como extractor de miel tras un potente centrifugado de los panales. Santos González, miembro de AGA y cuidador de 26 colmenas en el Monte Deva, responde con media sonrisa: «El ahumador nos aísla de las picaduras para sacar los cuadros donde ellas fabrican sus panales. También son necesarios careta y guantes para evitar disgustos». Los niños ríen al verle colocarse estas prendas.

«A mí una vez me picó una y tuvieron que sacarme el aguijón en el hospital», señala heroico Pablo Rodríguez. Las anécdotas se mezclan con otros datos que inquietan tanto como el potente ataque de los insectos. «En este cajón pueden reunirse entre 60.000 y 80.000 abejas durante la época de primavera-verano. Los meses de recogida de miel suelen ir desde finales de julio hasta septiembre, y la abeja reina es capaz de poner hasta 200 huevos en un sólo día. A ver si la encontráis en el panal», reta Santos González. El silencio impera ahora en la biblioteca del Colegio Cabueñes.

Todos quieren ser los primeros en dar con la protagonista. «¿Es ésa de verde?», preguntan con acierto los hermanos Julio y Pepe Ablanedo. «La pintamos para identificarlas más rápido entre el resto y, en función de su edad, utilizamos un color u otro. Lo normal es que vivan unos cinco años», destaca el apicultor entre el inmenso corro que se ha formado ante la real estrella.

«Cada año, antes de la celebración del amagüestu, organizamos charlas sobre temas relacionados con la agricultura asturiana », explica Juan San José, director del centro, que para estas jornadas también ha contado con la ayuda del padre de uno de sus 400 alumnos y un profesor del Colegio Clarín, que han explicado a los pequeños su experiencia en la apicultura.

La apertura de uno de los tarros de miel que produce AGA en el Monte Deva distrae las miradas de los cuatro tablones informativos en los que fotos y descripciones amplían algunos de los aspectos desconocidos de las productivas abejas. «A mí, es que me encanta», reconoce Loïc Housiaux al ver el manjar. «Pues con limón es lo mejor para el catarro, ya lo dice mi madre», concluye resuelta Sira Lamela, tan avispada como sus nuevas compañeras de clase.