R. GARCÍA

Antonio Álvarez Cimadevilla y Rosa Iglesias se pasaron ayer todo el día «limpiando la casa». A este matrimonio de El Llano el incendio que se desató el jueves en el piso de abajo de su vivienda, y en el que falleció su vecino Francisco Santos García Bernardo, les ha dejado un gran susto en el cuerpo y muchos daños materiales, pero ningún mal mayor que lamentar. «Gracias a Dios teníamos las ventanas cerradas porque si llega a ser en verano las llamas entran en casa y no sabemos lo que hubiera pasado» aseguraba ayer, Antonio Álvarez, tras un duro día bayeta y fregona en mano. Los cristales de al menos tres estancias están rotos, las paredes parecen haber sido teñidas de negro y el olor a quemado «no se va a quitar en meses».

Este matrimonio es el único, de entre todos los vecinos del inmueble número 59 de la calle de La Argandona, que aún no ha podido volver a casa. «Estamos viviendo en un hotel que nos paga el seguro», relata Rosa Iglesias. El perito encargado de valorar los daños ya pasó ayer por su edificio «aunque tiene que volver». La mañana del jueves fue «muy dura», reconocen. El matrimonio había salido de casa a primera hora de la mañana «para ir al médico», ya que Rosa Iglesias está convaleciente de un atropello sufrido hace meses. La sorpresa llegó cuando, a la vuelta de la consulta, pararon a tomar un café: «Nos llamó la vecina del quinto y nos dijo que estaba quemando el edificio». A las tres de la tarde los afectados pudieron entrar a su vivienda y la imagen era desoladora. «Estaba todo lleno de humo, no se veía nada», rememora Rosa.

Esta familia tiene la desgracia de que no es la primera vez que sufre un suceso de este tipo. «Hace unos años», relata Antonio Álvarez, «alguien tiró un cigarro al coche del vecino de abajo, el que ayer murió en el incendio, y el humo llegó hasta nuestra casa». A pesar de esa experiencia, Álvarez asegura que «a esto no se acostumbra nadie; ahora a ver si por lo menos nos toca la lotería».