Una iluminaba la bocana del puerto interior, otras seis estaban en las dársenas del viejo muelle y las 72 restantes se concentraban en el corazón urbano de la ciudad. Así se repartían las 79 farolas que el gobierno municipal de Juan Junquera decidió ubicar en Gijón a finales de 1843 haciendo realidad, por fin, la iniciativa de instalación de alumbrado público en la ciudad que había arrancado nueve años antes con un estudio de viabilidad encargado por el Consistorio. Ahora mismo en el territorio gijonés hay 42.000 puntos de luz vinculados a un sistema de gestión integral de energía eléctrica, que automatiza todo el proceso y ayuda a imponer unos criterios de ahorro energético más importantes ahora que nunca en plena crisis económica.

El escritor, editor y redactor de LA NUEVA ESPAÑA Eduardo García ha recorrido paso a paso estos 170 años de iluminación en las calles gijonesas para dar vida al libro «Luces de Gijón. El alumbrado público municipal (1834-2010)», que hoy se presenta oficialmente en el centro municipal de El Coto durante un acto presidido por la actual regidora, Paz Fernández Felgueroso, y donde también estará el concejal de mantenimiento, y padre político de la idea de esta publicación, Manuel Faustino García, «Tino Venturo». Este libro es la última aportación a la colección «Memoria de Gijón», que ya suma 25 títulos. Entre ellos, otros dos de Eduardo García: «Un Ayuntamiento al Norte. Breve historia de la Casa Consistorial (1865-2002)» y «La Gota de Leche. Casa Cuna de Gijón».

Los primeros buceos de García en el Archivo Municipal le llevaron a encontrar una treintena de importantes documentos sobre la iluminación en Gijón, muchos de ellos inéditos hasta ahora, y, sobre todo, «a darme cuenta de que había una historia que contar. Estos 170 años de la iluminación pública son 170 años de la historia de la propia ciudad porque el alumbrado crece al tiempo que crece Gijón». Un crecimiento que supone el salto desde el aceite de esquisto a la energía solar asumiendo las modernidades de cada época y que, como no podía ser de otra manera en un Gijón siempre en movimiento, no está exento de conflictos.

García hace referencia en muchas páginas de su libro a las «engarradiellas» constantes del Ayuntamiento con la empresa Menéndez Valdés y Compañía. Una, la vinculada al cambio del gas por la electricidad, les enfrentó desde 1890 a 1893. La fusión de esta firma con la Sociedad Electricista supuso el nacimiento, en 1901, de la Compañía Popular de Gas y Electricidad como responsable del alumbrado público gijonés. La ciudad empezaba el siglo XX con 850 farolas.

El autor de la publicación también recuerda el Gijón a oscuras de 1920 a causa de una gran huelga en el sector del gas y la electricidad. El Ayuntamiento quiso salvar el tipo encargando a serenos y policías que se ocuparan de las farolas, pero unos y otros optaron por desobedecer al gobierno local y secundar la huelga. Y más cercanas en el tiempo, las movilizaciones de los vecinos de los nuevos barrios del Gijón de los años setenta del siglo pasado que veían cómo los bloques de sus calles no paraban de recibir residentes pero seguían sin luz. Un lujo que ahora es un bien común.