Son miles las anécdotas que pueblan el «diario de campaña» de Carmen Moriyón, la Alcaldesa surgida de la nada que ha dado a Foro Asturias en Gijón el primer bastón de mando que ostenta la derecha en una ciudad que durante tres décadas se despertaba por la izquierda cada mañana. Ella misma cuenta con gracia una muy célebre. Y que pincela, quizá como pocas, el ímprobo trabajo que las «hormigas» de FAC tuvieron que llevar a cabo en el concejo para conseguir cada uno de los 42.600 votos (sobre todo los que no fueron entregados de mano al proyecto de Cascos) que obtuvieron el 22 de mayo. Empezando por montar toda una estructura de partido en menos de tres meses.

Salía Carmen y su gente de la enésima toma de contacto con algún colectivo vecinal a cuya puerta habían picado para dar a conocer, desde el gesto humilde, el proyecto de FAC y sus aspiraciones de cambio en el gobierno municipal. Discursos medidos, sensación de aires nuevos, palabras de compromiso e ideas de sentido común con unas siglas que no eran las de siempre... Ésa fue la fórmula, de ahí que no hubiera casi nadie que no deseara a la comitiva, como en este caso, que les fuera bien en la aventura. «Bueno, niñina, pues que tengas suerte. Mucha suerte, Pilar. ¿Eres Pilar, no?».

Carmen Moriyón lo recuerda entre risas -lo que da idea de una de sus cualidades, el sentido del humor que se le atribuye- y echándose aún las manos a la cabeza de lo que pueden llegar a cambiar las cosas. Del anonimato a la Alcaldía de Gijón. ¡Las vueltas que da la vida!

Porque de vueltas que le hablen a Carmen Moriyón Entrialgo, 44 años, hija de Maximino Moriyón Álvarez y Margarita Entrialgo Álvarez, criada en su infancia en el barrio de El Llano, luego vecina del centro urbano y con sus referencias sentimentales en Somió y La Providencia, donde tenía a sus abuelos y pasaba los veranos, y donde finalmente ha quedado asentada. Apenas dos años después de quedar viuda demasiado joven de José Ramón Rodríguez-Galindo González, cirujano del Hospital de Cabueñes fallecido en 2009 a los 56 años, y cuando todo su entorno pensaba que su paño de lágrimas iba a ser, como siempre y más que nunca, la medicina, resultó que Carmen Moriyón se metió en política.

Del Santo Ángel a Jesuitas

Aparcaba así, esta alumna del Santo Ángel que acabó el COU en el Colegio de la Inmaculada de los padres jesuitas, el bisturí. Cirujana del Hospital de Cabueñes, donde es médico adjunto, lleva algo más de una década construyéndose una carrera y un nombre de prestigio en la mastología, la especialidad de la patología mamaria, quizá la que ella no tuvo en mente cuando eligió, pero de la que ya no la separa nadie.

Con ella, como heredera natural del trabajo que empezó su mentor, el doctor Javier Pelletán -así es como Carmen Moriyón se siente-, creció y se desarrolló la atención al cáncer de mama en Cabueñes. Llegando a marcar algún hito en la atención que se prestaba en Asturias a esa patología, como la implantación de la técnica del ganglio centinela, la adquisición de aparataje muy específico y poco visto por entonces en la sanidad pública asturiana o la consolidación de una unidad singular centrada en la mama. Unidad de la que nunca ha llegado a ser la responsable oficial con cargo reconocido, pero de la que era hasta hace unos días el alma máter. Y donde ya demostró que con ambición, mano izquierda, mucho sentido común y sabiendo cómo aprovechar toda corriente a favor se pueden conseguir altas metas. También sabe de disgustos, profesionales y personales, por querer abarcar demasiado, pero cuando eso ocurre ella se levanta y sigue, paso a paso, construyendo su futuro.

De entrada tímida, hasta se encorva cuando se siente objeto de muchas miradas, sonriente, con gesto noble -y eso que le cuesta mirar siempre a los ojos de sus interlocutores- y con clase, sin llegar a resultar altanera, Carmen Moriyón llega fácilmente a la gente. Quizá sea porque destila normalidad.

Lo que a ella le gusta es estar en su jardín con sus «plantinas», con sus perros «Box» y «León» -un bóxer y un mastín, raza ésta última que nunca falta en la vida de Moriyón-, pasear por el Muro y La Providencia, tomar el sol en la playa desde los primeros rayos de mayo y mantener a sus amigos de siempre. Es casera, tradicional y nada «exótica» en sus gustos. Le encanta montar belenes de Navidad (es reconocida la calidad del que siempre monta en un espacio de su casa, o el que hacía lucir en el «hall» del Hospital de Cabueñes) y le entusiasman los toros, una afición que le era totalmente ajena hasta que llegó a ellos de la mano de su marido y con toda la cuadrilla de cirujanos del Hospital. A la peña La Bellota acabó por integrar, incluso, a su hermana Covadonga y a su cuñado Jaime Cifuentes.

Para la mitología local queda ya la historia de que Cascos pidió a su gente en Gijón que buscaran a un profesional con prestigio, sin un pasado asociado a la política, a ser posible mujer... y entre las muchas páginas de afiliados anónimos gijoneses la libreta se abrió por el nombre de Moriyón. Y entonces comenzó a girar la penúltima vuelta vital de Carmen Moriyón. Esta vez, una vuelta al ruedo premiada con orejas y rabo.