Pablo TUÑÓN

«Los últimos en dinero, los primeros en corazón». Una única frase para resumir el espíritu de un proyecto que intenta que el corazón futbolero de Ceares vuelva a latir con pasión. Una pandilla de amigos, muchos de ellos del barrio, se ha unido para formar la nueva directiva del Unión Club Ceares con el propósito de que el vecindario y alrededores vuelvan a sentirse identificados con una entidad que ha perdido calado social.

Roberto Colunga, quien fuera diputado en la Junta del Principado por el Bloque por Asturies (BA), tiene buena parte de la culpa de que todos ellos se hayan enfrascado en este viaje. «El club se estaba quedando prácticamente sin directiva y tenía posibilidades de desaparecer. No se presentaba nadie a presidente y decidimos hacernos con las riendas», explica Colunga, quien en seguida encontró apoyo de dos viejos amigos: Miguel Ángel Lozano y Alberto Álvarez.

«Nos conocemos de los bares. La conexión con el Ceares es que Roberto, que lleva un bar en Cimavilla en el que paramos todos, jugó en el equipo», cuenta Lozano, que añade que «hablamos del proyecto Róber, Alberto y yo medio en broma y luego nos fuimos convenciendo». Aunque, eso sí, a alguno le costó animarse. «Tuvieron que estar encima de mí dos o tres meses. Porque ponerse a dar el callo es diferente a decirlo», asegura Álvarez.

Precisamente sobre Alberto Álvarez cayó la losa de la presidencia del club, dado que Colunga no quería el cargo al ser candidato por BA a la Alcaldía de Gijón. Sin embargo, en la nueva directiva cearista de poco valen los cargos. «Hacemos todos de todo, desde pegar carteles hasta limpiar matojos o pintar el campo, desde el presidente hasta el último directivo», afirma Lozano, que ocupa la secretaría del club.

Ellos tres fueron reclutando a amigos y vecinos para formar la directiva. El proyecto tomó cuerpo y llegó justo a tiempo para salvar al barrio de la pérdida de su identidad futbolera. Se presentaron en la asamblea del club enfrentándose a otra propuesta, que pretendía la fusión del Ceares con el Llano 2000. «Ese proyecto era perjudicial para nosotros porque significaba desaparecer nuestro nombre y nuestro campo. Era el paso previo a la disolución», señala Lozano. Cargados de pasión y de nostalgia por los tiempos pasados del Ceares salieron elegidos de la asamblea.

De esta manera, han comenzado una nueva etapa para la entidad y pretenden que el barrio y sus alrededores recobren el pulso futbolero. «Queremos calar en la sociedad. Que la gente venga y disfrute de lo que es el Ceares y de los 90 minutos de partido e, incluso, una hora antes y una hora después», proclama Roberto Colunga. Él mismo sabe de su etapa como jugador lo que antaño significaba el fútbol en Ceares. Algo que también recuerda Miguel Ángel Lozano, ya que empezó a ver los partidos en el campo de La Cruz cuando su padre le llevaba siendo todavía un niño.

«Me acuerdo de que venían al campo 300 o 400 personas cualquier domingo por la mañana. El año pasado, exceptuando los partidos importantes, de las 100 personas se pasaba pocas veces», asegura Lozano. Ahora, pretenden recuperar el tirón del Ceares. «Vamos a pegar carteles por todos los bares del barrio y a hacer un buzoneo por la Tejerona y por toda la zona con unos panfletos que reivindiquen el espíritu de barrio y que la gente del entorno se identifique con el club para que no se muera», cuenta Lozano. Para ello, harán descuentos a jóvenes, jubilados y parados en la tarifa de socios.

Junto a ellos, otros nueve voluntarios se han apuntado a la empresa: Daniel de Miguel, Simón Alonso, Eduardo Montes, Rubén Argüelles, Miguel Ángel Sarmiento, Mario Menéndez, Fernando Álvarez, Inés Quintanilla y José Roces. Precisamente este último es el único que permanece de la anterior directiva y ya ha notado el cambio. «Éstos por lo menos pasan por el campo», señala Roces.

Ciertamente, su presencia en las instalaciones se ha dejado notar puesto que han comenzado con tareas de adecentamiento, invirtiendo su propio dinero y sudor. Cuidan el césped, están reformando los vestuarios y retirando escombros y matojos. «Esto estaba igual que un solar abandonado», afirma Lozano. Todo ello, como pasos previos al comienzo de la temporada de Tercera División, para la cual cuentan con un sinfín de proyectos e ideas, aunque son conscientes de las limitaciones deportivas del conjunto. «Simplemente queremos disfrutar de la Tercera», proclama Colunga.

Para ello, pretenden organizar pinchoteos de confraternización con las aficiones rivales y que el campo de La Cruz se convierta en una fiesta los fines de semana que haya partido. Son conscientes de que, en cierto modo, darán la nota. «Alguna de las directivas rivales pensarán: " Estos chavales con estos pelos, estas patillas y estas greñas adónde van"», dice Alberto Álvarez. Pero también son conscientes de lo que significó el fútbol para Ceares y sus alrededores. Y por ello pretenden recuperar ese sentimiento. Con poco dinero, pero con todo el corazón del mundo.