l Quién ha ideado esta exposición.

La exposición del bicentenario ha sido elaborada por profesores de la Universidad de Oviedo, especialmente los que pertenecen al Instituto Feijoo de Estudios del Siglo XVIII (IFES XVIII). Entre el numeroso equipo científico de profesores vamos a señalar a Ramón Alvargonzález, por su protagonismo cultural en la ciudad, y los comisarios Elena de Lorenzo Álvarez, Enrique Ocampo Suárez-Valdés y Álvaro Ruiz de la Peña Solar. Figuran como entidades colaboradoras el Ayuntamiento de Gijón, Cajastur y Acción Cultural Española (AC/E), sita en la calle Abascal de Madrid.

l Ante la maqueta del Gijón de Jovellanos.

Ya sabemos lo que tenemos que considerar al ver tantos árboles en la maqueta de la ciudad en época de Jovellanos. Ante ella el visitante puede también jugar a la identificación de calles y lugares, cuyos nombres permanecen hasta hoy. Por ejemplo: el Campo de Valdés, el Campo de las Monjas, la calle del Real de Artillería, la capilla de la Soledad, la Plazuela del Marqués, el muelle viejo, la capilla de San Lorenzo, la antigua capilla de Santa Catalina. Para comprender esta maqueta hay que situar lo que está y lo que todavía no está o ha desaparecido. Se puede seguir con las calles que organizan el tómbolo, a saber: calle Corrida, calle del Real Instituto y calle San Bernardo; para terminar en Moros, Begoña y la Plazuela del Carmen. Importante es seguir la traza del foso construido con motivo de la Guerra Carlista o la ampliación de los muelles.

l Los árboles de Jovellanos.

A su hermano Francisco de Paula. Madrid, 31 de enero de 1787.

«Estoy loco de contento porque van ya caminando los árboles de Aranjuez, chopos de Lombardía y Carolina, plátanos de Luisiana y Oriente, sauces de Babilonia, y mundos o bolas de nieve». En esta misma carta habla de extender los árboles por toda Asturias y plantar sauces en el Humedal, «donde harían un bellísimo efecto, alternando su forma abatida y lagrimante con la inhiesta y pomposa de los otros árboles». Y junto al nuevo paredón al borde del mar desde la capilla de San Lorenzo hasta detrás de la iglesia de San Pedro y aún subiendo hasta coronar el cerro de Santa Catalina. «Qué espectáculo tan caprichoso y agradable no formarían»? «Entonces bien mereceríamos que este árbol perpetuase nuestra memoria y nuestro nombre, haciéndole conocer por el sauce de Jovellanos». No es de extrañar este deseo, pues en el Jardín Botánico de Carlos III se seguía la costumbre del propio Linneo de poner a las plantas nombres de notables. A Campomanes le dedicaron el género «Campomanesia». Y a Jovellanos, dos plantas de zonas húmedas y templadas de Chile, a saber: la «Jovellana punctata» (capachito morado) y la «Jovellana scapiflora». Tales nombres han dado origen a otras especies de «jovellanas», como la «Jovellana violácea», pero en Gijón a nadie se le ha ocurrido todavía plantar una serie de sauces llorones en honor de Jovellanos.

A Carlos González Posada, magistral del cabildo catedral de Oviedo. Gijón, 18 de febrero de 1792.

«Sigo con ardor nuestros plantíos. Hay un tramo como de quinientas varas de buen camino, partiendo de la carretera a Contrueces, y todo está plantado de espineras, fresnos, alisos, abedules, palmeras y álamos; a los lados se han puesto salpicados algunos robles y negrillos, y en unas altarillas o tesos del mismo campo, seis bellísimos tejos; de forma que si se logra, el campo de Llano será una de las mejores cosas de aquí. (?) En la carretera llegan los árboles a Pumarín; se ha plantado el campo de Valdés y una buena calle hasta la iglesia, con otra a la capilla de San Lorenzo».

l Viejas máquinas. Pruebas del alto horno.

La estancia superior del Palacio Revillagigedo es rica en sugerencias. Podemos observar las maquetas de Legazpi sobre viejas máquinas del siglo XVIII, como el llagar de presa, el mazo, los molinos. Y también planos y documentos sobre los esfuerzos de modernización propuestos por Jovellanos. El plan del carbón comprendía varios aspectos importantes: la mejora de las explotaciones de las minas, el transporte del carbón hasta Gijón para darle salida por mar, la fundición del hierro en el alto horno y el Real Instituto. Hubo gran furor por imitar los canales navegables de los ingleses, pero el Nalón destrozaba en invierno los trabajos del verano. Al final, el carbón vino por la carretera de Noreña. Jovellanos presenció veinte intentos de obtener carbón en un alto horno y no hubo manera.