Delegada de la CSI-Sanidá en el Hospital de Cabueñes

Ana Carpintero

A. RUBIERA

El año que acaba ha sido para el área sanitaria gijonesa no sólo el de la incorporación de la hemodinámica. También el de la constitución oficial de las primeras unidades de gestión clínica: en concreto, las de medicina interna y salud mental. Contra la proliferación de dichas unidades y, en suma, contra los cambios que se dicen que se atisban en el horizonte de la sanidad asturiana, se está posicionando públicamente la Corriente Sindical d'Izquierda (CSI), la tercera fuerza sindical en el Hospital de Cabueñes con un destacado crecimiento en los últimos años y con Ana Carpintero al frente. Hace sólo unos días, para insistir en este debate, la CSI reunía en Gijón a portavoces de otras plataformas madrileñas y catalanas que lanzan las mismas alertas contra una sanidad con muchas áreas de posible privatización.

-La Corriente Sindical d'Izquierda dice «no» a las unidades de gestión clínica. ¿Por qué?

-Entendemos que lo que está pasando es que se está modificando, a través de mucha legislación y de estos nuevos conceptos de gestión, toda la estructura sanitaria que existe ahora. Y de una forma ladina se están metiendo ideas que desmoronan y van a desmembrar el sistema sanitario público tal como lo conocemos. Cada unidad está dotada de un presupuesto, tiene un director y unos objetivos. Y lo que tratan, con todo ello, es implicar al personal en la gestión sanitaria, sobre todo para acotar el gasto. O sea, la clave está en el ahorro.

-¿Y por qué debería temerse ese intento de ahorro?

-Las unidades de gestión clínica que introdujo el PSOE hace unos años y que Foro ha incorporado a su programa electoral se formulan en base a un decreto que es sumamente vago en muchos apartados. Al personal sanitario se le promete el edén, básicamente en forma de incentivos para que ahorren. Eso ya implica un gran peligro para el personal eventual, que no se va a contratar, y presagiamos que va a suponer un menoscabo grande para la asistencia sanitaria: menos derivaciones, menos pruebas complementarias, quizá a partir de los 80 años ya no compense poner una prótesis? Digamos que las decisiones clínicas van a estar condicionándose con dinero, y eso es fastidiado. Y lo peor es que se está buscando la complicidad del personal en estas medidas de ahorro.

-¿No creen que haya posibilidades de ahorro en la gestión sanitaria?

-Se puede ahorrar en material y en gestión, y lo vemos muy bien, pero hay que diferenciar entre eso y ahorrar en tratamientos. Si las unidades tienen un presupuesto cerrado anual, en el momento en que estén llegando a su límite financiero seguro que se cuestionarán los tratamientos más caros, porque con ellos incumplirán sus objetivos. Eso lo va a sufrir el paciente. Además, vemos el peligro de que se esté preparando a la gente para lo que venga después.

-¿En qué sentido?

-Se nos está metiendo en la cabeza la idea de que la falta recursos nos va a llevar a hacer cada vez menos cosas en la sanidad pública. ¿Y eso a qué nos lleva?, a los seguros privados. En otras comunidades, como Madrid o Cataluña, ya nos están dando ideas de lo avanzado que va ese tema.

-Hablaba antes de la implicación del personal que se va buscando en unidades de gestión como las que ahora arrancan. ¿Cómo se consigue?

-A base de incentivos: si se cumplen objetivos, se repartirán incentivos. Y a nosotros nos parecen inmorales, sobre todo en un momento en que se nos está recortando el sueldo. Se da la incongruencia de que nos dicen que si ahorramos, sí tendremos incentivos. Y la misma incongruencia la vemos en que este año se hayan pagado a los grandes jefes del Sespa y a los gerentes de los hospitales 18.000 euros aparte de su sueldo como complemento de productividad. Ese es un monto enorme que nos parece inmoral.

-¿No se les puede reprochar que CSI esté ignorando las medidas necesarias de contención del gasto? Dicen que está en juego la viabilidad de un sistema que insisten en querer preservar.

-Lo que cuestionamos es que si se sabe que hay margen para ahorrar, ¿qué llevan haciendo los gestores todos estos años? ¿Cómo es posible que ahora nos digan que van a poder ahorrar más los médicos, ejerciendo de directores en unidades clínicas, de lo que ellos podían ahorrar desde la gerencia? Entonces, ¿a qué se dedicaron hasta ahora? Nadie niega que nuestro sistema es bueno y es más barato que el de los americanos. Lo que estamos es en contra de dejar que se introduzca el negocio en las necesidades básicas de la población.

-Pues no parece que la población sepa demasiado de los cambios que se están introduciendo en la sanidad.

-Son muchas cosas que al usuario no le llegan fácil, pero esta rueda no para y cuando nos demos cuenta estaremos debajo. Nuestro sistema público está como un edificio con termitas porque lo han dinamitado; a base de separar la gestión, separar la provisión de servicios? de dejar que los centros privados se hagan cargo de algunas atenciones que no se puedan dar en los centros públicos? Eso ya lo anuncia Foro en su programa electoral. Creemos que estamos ante reformas de gran calado que pasan desaparecidas para el usuario -o incluso que les pueden sonar inicialmente bien- pero que desmantelan el sistema, provocando que la salud de nuestros nietos sea lo que está en juego.

-Con respecto a los miedos que les despiertan las unidades de gestión clínica, ¿no es demasiado temer, teniendo en cuenta que jurídicamente no tienen independencia y siguen estando bajo el control final del gerente del hospital? Eso debería ser una garantía, ¿o no?

--Si la Constitución se reformó en una semana, qué no pueden hacer con esto. Tenemos muchas dudas de cuánto tiempo puede durar esa dependencia. También es realista pensar que de las unidades se pase a los famosos «institutos de salud», que abran vías para la actividad privada, que acaben diferenciando entre pacientes de la sanidad pública y los que van pagando. Parece ciencia ficción, pero en otros sitios ya se está viendo eso. El personal pasará a ser laboral, y con ellos harán lo que quieran.